Plaza de toros de València, 9 d'Octubre de 2012. Fira de la Comunitat Valenciana. Toros de La Quinta, bajos de presentación, flojos y bajos de casta y dos de Lagunajada (5º y 6º) que no mejoraron la tarde. Víctor Manuel Blázquez (ovación y silencio), José Calvo (ovación en ambos) y David Esteve (silencio en los dos). Un tercio de entrada (algo más de 3.500 personas).
Tarde a la contra. Decepcionante. Un petardo. El 9 d'Octubre, día que los valencianos celebramos nuestra valencianía, la tarde de toros para tal efecto tuvo poco que celebrar y bastante que sufrir. Bajo un cielo veraniego y espectacular, pintaba oportunidad para tres espadas, tres circunstancias de la tierra, con sus diferencias, y fue cualquier cosa menos eso. Una pena gorda, porque la entrada era aceptable y unas cuantas las ilusiones que acabaron estrelladas.
La corrida, una de La Quinta como principal reclamo, acabó apestando a saldo. Ya al mediodía tuvo que ser remendada por escasa presencia con dos de Lagunajanda, que fueron eso: remiendos. Justos de trapío los santacolomas de Martínez Conradi, cómo serían los rechazados. De los cuatro que se corrieron dos se pudieron tolerar, y otros dos fueron dos raspas: una con cierto trapío; la otra anovillada, pese a las velas que lucía, impresentable.
Pero si solo fuese eso. A los cuatro de La Quinta les fallaron las fuerzas y la casta, la emoción. Y el que la tuvo, se agrió cual barrabás. Y las manos fueron inexpertas o como fuera ya de esto, y el que podía, no tuvo verdadera opción.
Falló todo, empezando por la producción del festejo que echaba el cierre a la temporada en el coso de la calle Xàtiva. Una temporada amarga y complicada, con pocas alegrías. Es obligada la reflexión en voz alta y compartida entre todos: empresa, Diputación de València y toreros, figuras y afición. De aquí a marzo quedan cinco meses como para que no vengan las prisas y las indecisiones de última hora como ha pasado este año. Es cuestión de todos.
De la tarde en sí se puede destacar la torería de José Calvo. Muy al ralentí con su primero, un guapo burraco entrepelado, con las puntas hacia arriba al que saludó acompasado a la verónica. Con este desmonteró César Fernández en banderillas. Luego faltó emoción y poder al animal.
En segundo lugar ya se las vio Calvo con uno de Lagunajanda. Feo e impropio de una plaza de primera, tuvo como virtud la franqueza y tranco para venirse al cite, pronto y en distancia, pero luego no para salirse tras los vuelos, quedándose muy encima. Faena de intermitencias, intentando siempre el toreo con gusto sobre ambas manos. Lo mejor, la ejecución de la suerte suprema, aunque la espada quedó una pizca contraria y todo se emborronó con el uso del descabello.
Y es que no era el día. El primero de La Quinta se dejó con nobleza, pero exigió que lo llevasen en templado gobierno. Y Víctor Manuel Blázquez no tiene ese pulso afinado por la falta de actividad. Sobre el izquierdo y con la muleta muy retrasada, sacó naturales a cuartos que le jalearon con cariño. La sosería y falta de empuje del cuarto de La Quinta, que como el segundo se cambió con solo dos pares de banderillas, dejó en evidencia la falta de sitio del mayor de los Blázquez. Habrá que dejar paso a otros.
A David Esteve la tarde le presentó complicaciones en exceso. Su primero fue el único de La Quinta con casta que derrochar. De salida hocicó con vibración y pies. Pese al puyazo criminal que le endiñaron no se vino abajo el toro y siguió presentando batalla. Pero de la humillación inicial a la hora de tomar las telas, pasó a defenderse, a meterse por dentro a la altura del pecho. Y claro, a Esteve, que había arrastrado a mucho de Rafelbunyol, no le quedó otra que abreviar.
El sexto, el otro remiendo de Lagunajanda, nada que ver con el anterior, tuvo las hechuras de toro. Serio, apretado, tal vez algo pasado, su cara y bien enmorrillado. Un toro, sin duda. Pero de comportamiento mular. Sin remedio, Esteve se estrelló como definitivamente la tarde y la temporada en la plaza de toros de València. Amén.
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