15 marzo 2013

fallas 2013/ alcurrucén, menuda paliza

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Foto :: Rullot | Diego Urdiales con el primero.


Plaza de toros de València, 14 de marzo de 2013. Sexta de la Feria de Fallas. Toros de Alcurrucén, bien presentados pero mansos en general. Sirvió el segundo, aunque flojo, y el tercero, manso en todo, pero de público en la muleta. Diego Urdiales (silencio tras aviso y silencio), David Mora (ovación tras aviso y ovación) y Jiménez Fortes (ovación tras aviso y silencio). Un tercio de entrada (unos 4.000 espectadores).

¿Saben? Cuaja Román su faena al novillo 'Tañidero' de Fuente Ymbro ahora, visto todo lo visto, que ha sido nada, y corta el rabo o al menos se lo piden. Porque un presidente sigue siendo un presidente y nunca se sabe. Pero que se lo piden, vamos. De aquí a Lima. Lo que no sé es cómo todos sin remisión han optado por dejarse largas las venas. Todos son ese 'un tercio' poco más o menos que ha pasado fríos en la piedra del coso de la calle Xàtiva y tan pocas alegrías.

Tras la excepcionalidad de los adolfos y los miuras, reencontrarse con una de Alcurrucén supone como entrar dentro de la 'normalidad'. No sé si me explico.

Pero ni mucho menos. Venía la de Alcurrucén con un cartel cargado de mucha torería con tres personalidades acusadas y diferentes unas de otras. ¿Pero saben? La de Alcurrucén compitió en mansedumbre de todos los colores y así, nos pegó una paliza que no nos merecíamos y en el tren de vuelta acabábamos hablando de Román y aquel novillo. Otra vez.

Lo suyo habría sido ahondar en esa torería que emerge con tramenda naturalidad del menudo cuerpo que luce Diego Urdiales. Salió el primero, en negro, bajo y de formas muy redondeadas. Con un trotecillo gracioso al principio, incómodo luego. Como aquel que se ríe, pero llega el momento en que te das cuenta de que siempre está con la risa tonta. Pues el toro igual, pero con su trotecillo de acá para allá, bufando a la novedad: de las telas, del caballo; y parándose cuando le exigieron. Por ejemplo, cuando Mora se fue a quitar por gaoneras agunatándole un serio parón.

No parecía, pero casi como por arte de magia, o por el sitio y el poso ganado con los años, Urdiales se sacó una serie en redondo cargada de temple y el empaque natural de la torería. No se veía, no, pero el de Arnedo logró correr la mano, y aquel trotecillo pararlo tras la tela. Sin forzar la situación. Esa suavidad que ya imprime la colocación perfecta y las zapatillas asentadas. El toque y la voz y la seguridad en la tela pese al viento, que sigue presente haciendo peor aún cada tarde. El manso siguió la muleta hasta donde marcó Urdiales con su brazo y cintura. También al natural y sin alivios, aunque el alcurrucén no sirviera para destacar nada. Estocada atravesada y tres descabellos tras aviso y arte de magia.

Habría merecido también la pena tratar no sin asombro el valor demostrado por Jiménez Fortes, casi sin aparente esfuerzo. El tercero, largo y hondo toro negro. Muy estirado. Imponente núñez. Fue manso cum laude. De salida temerosa, huyendo hasta de su misma sombra. Costó convencerlo para entrar en la jurisdicción de las telas. Fue Fortes, a base de tragar estampidas y regates, quien le dio tela y hasta le robó emocionantes lances.

Pero el tal 'Cumbre roja' fue superándose en su mansedumbre, escapando de la vara de Tito Sandoval, aquerenciándose en el burladero de la segunda suerte a saber por a saber qué motivo, pero el caso es que tras ser picado y ya en pleno tercio de banderillas, de un brinco se metió por el callejón por ese mismo burladero. El susto que le dio a Rubén Espinosa fue de los gordos.

Despejado el ruedo y todas las puertas de la mansedumbre abiertas, Fortes se fue, lo brindó al público y lo buscó. Emoción tenía el toro, sobre todo mala leche. Más claro por el izquierdo que por un derecho por el que se metía. Tuvo la faena emoción y el adobo que da el valor impávido de Jiménez Fortes. Le faltó la colocación que por ejemplo había tenido Urdiales con el primero o esa muleta sin arrugas. Fortes se quedó siempre muy al hilo, casi siempre fuera, empecinado en permanecer atornillado pese a todo. Y quiso poner los vuelos, enganchar siempre por abajo, y lo hizo aunque la muleta fuera un ovillo. Pero así redujó al toro para acabar montándose arriba, en su sitio, donde más a gusto está pese al vendaval. Le mete la espada y toca pelo. Pero lo atravesó y luego metió la mano perdiendo la muleta y descabelló escuchando un aviso. Ovación.

No rompió la tarde ni cuando solo faltó que David Mora se rompiera, sintiera el toreo que permitió el segundo de la tarde. Un colorado claro, hondo y cuajado, que fue recibido con lances atropellados, uno de cada manera. Sin mando en un Mora que fue derribado y que de rodillas tuvo que hacer un quite in extremis. El toro en el límite de las fuerzas sacó temple en su embestida y se venía desde donde lo llamasen. Pero ni se templó Mora, ni sintió ni transmitió aquello.

Lo que siguió ya fue una paliza. El cuarto parecía un perro de presa a la espera. De pelo melocotón, recortado, fuerte por delante y con dos puntas hacia arriba. Muy reservón, empujaba más que embestía. Sin gracia. Urdiales bregó con seguridad y aplomo. Qué más.

El quinto tenía una capa llena de accidentes: negro, facado, calcetero, bragado, meano y corrido; y un alma mansurrona de aquí te espero. Sin entrega y muy suelto, el quite que le robó Fortes por chicuelinas fue como ponerse en las vías de un tres sin control. David Mora hizo lo mejor de su tarde en los doblones de inicio, con poder. Para romper al manso a embestir sí o sí. Luego le dio distancia y confianza, y se vino. Pero ya no hubo acople. Los redondos, una noria amontonada, muy encima.  Y muy mirón el toro más por las dudas de la mansedumbre y buscarse escusas que por mala leche.

El sexto desparramó la vista buscando donde fuera, todo menos interesarse por la muleta de Fortes. Ni medio pase. Llegaba a la tela y se frenaba. Así se fue la tarde, una más. La mejor noticia es que lo de Román sigue la mar de fresco y que ya queda menos para que estas Fallas se vengan arriba. ¿No deber mal día el de la plantà, no?


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