Del San Isidro y el Arte y la Cultura uno es capaz de deletrear la faena de Iván Fandiño. Desde la salida arrolladora de capote, con ese primer lance casi a degüello, hasta la cornada consciente en la segunda entrada a matar, pasando por cada una de las tandas poderosas y entregadas en redondo y la consecución del natural. Fue reconocida como la faena de la feria, pero se ve que no valió para el triunfo definitivo. Esas varas de medir que luego premiaron igual otras faenas también con pinchazo o sin él, pero sin cornada, ni con tanta verdad en cada uno de los trances que deparó la lidia. Son esas cosas que pasan.
Uno deletrea la faena de Fandiño y se queda con un buen puñado de momentos o detalles: con los naturales de Alejandro Talvante y un par de series enganchadísimas. Del mismo día, el toreo al natural de Castella que no deja de paladearse. Y sobre todo, la verdad de Alberto Aguilar en tres tardes, una de puerta grande birlada. El sitio de Perera demostrado con los alcurrucenes, por repetir lo que todos. La torería en grado maestro de Antonio Ferrera con la de Adolfo Martín, que al final también dio sensaciones de puerta grande. Lo de Castaño con el Adolfo 'Marinero' y sobre todo su cuadrilla ese día y en la de los Cuadri con la vuelta al ruedo. La camada mexicana con la pureza y verdad de Joselito Adame a la cabeza. De los nuevos confirmantes hay que reafirmarse en David Galván. Y varios nombres que se sostuvieron con mucho, poco o lo justo: David Mora, Juan Bautista, Arturo Saldívar, Juan del Álamo o Uceda Leal.
Y por ahí la salsa de un puñado de toros. De Escolar, Adolfo, de procendecia núñez varios --de Alcurrucén o Manolo González--, Victorianos del Río dulce, Parladés encastados, alguno de Carmen Segovia, Montealto o Pedraza.
Pero la sensación es que ese Everest de un mes de toros en Madrid pasa, y pasa como si nada al ver las inminentes ferias veraniegas. Un San Isidro con solo una gesta, y fracasada en su resultado, ahora va y una vez se han sacudido de encima Las Ventas y se abocan al manomanismo, como si no hubiera mañana. ¿No lo hay o no sé quiere ver o no compensa abrir puertas?
Pero lo peor no es eso, que también por los puestos que resta a quien tiene méritos de sobra. Lo peor es cuando los carteles insulsos y comerciales se amontonan y entre dos o tres y todos sus cromos, te apañan media feria hueca, pero y lo barata que les sale. Con los recortes estos taurinos la mar de espabilados han vuelto a encontrar la excusa perfecta. Y lo que diga Madrid se la trae al pairo. Pero si aquí a los que mayor estatus de figura lucen Madrid ni falta que les hace. Pueden incluso fracasar allí repetidamente. Y los que están en nómina lo mismo: tienen equis puestos asegurados por ese mero intercambio.
Y luego está lo de los mano a mano. Bilbao presenta uno, el Perera vs. Fandiño, que tiene todo el sentido. El otro, Juli vs. Manzanares no tiene ninguno. Ni tiene sentido en Bilbao ni un mes antes en València. Tal vez hace dos años. En cambio, ni Perera ni Fandiño están en València. Ni mucho menos los Aguilar, Adame o Ferrera. Para València, a punto de dar a luz su necesitada Feria de Julio, el sueño era José Tomás, pero como el de Galapagar afincado en la Costa del Sol no viene, la solución al parecer está con Luque (y recordarán que fue el triunfador de Fallas), Padilla o Finito. La solución fácil despachos para adentro, claro.
De despachos para afuera la excusa del supuesto interés del mano a mano preserva el corralito ante los nombres que sale de Madrid diciendo algo, apretando. Y así, unos por otros, es como le va a la Tauromaquia como le va: guiada por intereses ombliguistas, incapaces de mirar más allá de las propias narices, o del propio bolsillo, como si no fuera el público y también el aficionado el que se gasta la tela en un producto caducado como el que le programan.
Exceptuando Pamplona por diferente y en parte Bilbao por su seriedad y porque ha dado entrada a tipos como Escribano, Ferrera o Aguilar, la mayoría de las ferias se anuncian ya caducadas.
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