FICHA DEL FESTEJO: Plaza de toros de València, 17 de marzo de 2014. Novena de la Feria de Fallas. Toros de Zalduendo desigualmente presentados, intentando taparse por delante. Nobles en general, pero sin fondo ni casta y muy flojos de remos. SEBASTIÁN CASTELLA (ovación, oreja tras aviso y ovación) y MIGUEL ÁNGEL PERERA (silencio, silencio y silencio). Se desmonteraron Javier Ambel y Vicente Herera se demosteraron tras banderillear al tercero. Dos tercios de entrada (unos 8.000 espectadores) [FOTOS :: JESUS CAMACHO] |
Si tomamos como referente la domingada de la víspera, parece que la comparación entre el cartel pop y el mano a mano, llamémosle cool, ha quedado más o menos en tablas. Más o menos. Porque si el domingo era muy de solanera, el lunes el sol no se acabó de llenar, pero parece que sí fueron a sombra unos cuantos más que el domingo. Total, que empate en los dos tercios, escaño arriba, escaño abajo. Es un dato a tener en cuenta: los carteles fast-food no son la panecea que más nos conviene, y además de provocar un desbocado, hiriente y confuso triunfalismo, en definitiva no son más que ahorro para la empresa, que confecciona un cartel más barato a cambio de hacer un cartel con cierto interés, como por ejemplo, pongamos por caso, el mano a mano entre Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera, que en un día complicado de estas Fallas --lunes y 17 de marzo--, al ser laborable para casi todos, se ha defendido bastante bien y eso que dejaba un hueco libre y podría haberse mejorado bastante. Lo peor de la comparación es que al final el toro del festejo pop y el del cool --que es el que ahora nos interesa-- es en definitiva la misma bazofia por dentro.
Y ahora tras la reflexión, vamos a lo que (no) nos interesa y digamos directamente que los de Zalduendo se cargaron una pachanga que ha ganado Sebastián Castella de calle. A velocidad de crucero y sientiéndose torero toda la tarde. Apenas tuvo necesidad de envidarle a un Miguel Ángel Perera aburrido y con la luces apagadas, sin más recurso que el pechugazo y el arrimón porque sí.
La corrida quiso taparse por las caras, y a veces lo consiguió enseñando las palas, levantando las finas puntas hacia arriba. Pero las hechuras fueron muy dispares. Toros altos, otros acaballados. Como primero y quinto. O más bajos, como el segundo o cuarto. En general nobles y de poco fondo, menos aún si se les hacían las cosas a la contra. En algo se debió notar que venían cuatro cinqueños.
En la expresión, el tercero no podía negar sus cinco tacos. 'Ruidoso' era alto de cruz y lucía cuajo, remate y esa mirada que lo delataba. Permitió, digamos, el capítulo con mayores atractivos de un mano a mano descompensado y gris. Castella lo recogió con temple y una vez estuvo fijado, casi en los medios echó las rodillas al suelo y le soltó verónicas y una larga cambiada de remate. Manseando en el peto, Castella quitó por chicuelinas y en su turno Perera se apuntó por gaoneras, una muy ajustada, no del todo limpias y Castella repicó también en la modalidad de frente por detrás, pero por alto y luciéndose. El capote de Chacón condujo perfecto la embestida y Javier Ambel se desmonteró tras banderillear.
Castella prendió su particular traca con el cambiando por la espalda e inmóvil. Flojeó el toro varias veces en esos inicios, sobre todo al trazar el muletazo con la diestra. Y vino el otro eje que diferenció al francés del extremeño: un mano izquierda sedosa, sin brusquedad alguna y que templó los mejores muletazos de la tarde. Muy sutil y a la vez poderoso estuvo por ahí Sebastián Castella, llegando casi al hocico y pulseando perfecto, empujando la embestida, pero haciéndolo con ritmo, pese a de repente estar metido entre los pitones con tremenda naturalidad, según la demanda de la condición del toro y con el objetivo de extraer cada embestida, hasta que no fuera imposible. Las manoletinas y el arrimón dieron paso a una estocada tremenda, cobrada con especial despaciosidad. Se le concedió una oreja, que pesa casi tanto como todas las de la víspera.
Hubo otro zalduendo, 'Luminoso', que hizo segundo, que por momentos lució la mejor embestida de las Fallas. Como planeando, hocicando, girando la cara según marcan los vuelos. Casi casi como demandan las figuras, y encima con ese toque pastueño tan edulcorado. Toro bajo, apretado, con expresión para embestir apuntamos de primeras. Pechos, badana, abierta la cara, enseñando las palas y con galope en el momento de arrancarse al cite. Pero también blando.
Esa forma de meter la cara, de planear destacó sobre todo por la mano derecha. Perera tenía prisas. Conforme sus hombres cerraban el tercio de banderillas sin que la ovación obligase a nadie a desmonterarse, Perera ya estaba pidiendo permiso y yéndose a los medios a brindar con todavía el toro por sujetar. Y así, el toro se arrancó a los medios, el brindis se medio fastidió y ya del todo el imaginable intento de comenzar con el pase cambiado. No hubo, pues, principio. Y el argumento que trató de plantear no fue a favor de un toro con humillación y esa forma de girar la cabeza en los remates y que tanto gusta a los toreros. Perera se echó encima, la embestida se ahogó y la luz de Luminos se apagó. Las luces de Perera estarían apagadas toda la tarde.
Cierto que no hubo mucho contenido a partir de lo que imaginar grandes faenas, salvo esas formas del tal Luminoso que no estuvo sobrado de fuerza. Pero Perera no jugó la baza de hacer al toro concediéndole sus espacios y ventajas. A la guapura del negro cuarto: bajo, bien hecho, fino de cabos; la presión que le metió en el saludo por verónicas a pies juntos, atosigando, exprimiendo las distancias, obligó al animal a aprender primero a defenderse que a tomar las telas con templanza, algo --la templanza-- de lo que estuvo muy sobrado el extremeño. Al final, casta rollo mulo la del Zalduendo. Aburrimiento.
Castella había arrancado la tarde sin apretar el acelerador ante el primero, junto al sexto el más terciado de la tarde. Estuvo firme y fácil y tras pinchazo y estocada quedó en ovación el reconocimiento ante un toro zancudo y de poco fondo y transmisión, pero al que ya le había volado su zurda con temple y elegancia.
Esa zurda sutil, común denominador, le voló al francés ante sus tres toros. Incluso ante el quinto, 'Rapaz' su nombre y acaballado de morfología. Fue una auténtica incógnita entre la mansedumbre y los problemas de visión. En los primeros tercios, era ver algo en lontananza y arrancarse como si no hubiera mañana. Los choques con el piquero de costa a costa tuvieron violencia y la sangría se dejó notar. Sebastián dirigió perfecta la lidia, mantuvo el orden y la claridad de ideas. Y cuando ocupó sus terrenos y le puso la muleta planchada y templada delante, el 'Rapaz' se tornó en semoviente e incluso ahí la zurda le voló otra vez al de Beziers. Tarde de toros como para tener en cuenta.
Miguel Ángel Perera se fue a ver si alumbraba su tarde a la oscura puerta de chiqueros. Y hasta la larga a porta gayola quedó desustanciada. A ese sexto, por fin, se le picó en el sitio y bien: ¡noticia! En la faena de muleta de nuevo faltaron soluciones desde el mismo inicio. En vez de abrir caminos, le dio tela por alto haciendo el poste y el pitón izquierdo que había apuntado en banderillas, lo cató en el descuento. La gente ya desfilaba. Nos acordamos entonces de una canción de Sr Chinarro: Tostadora ON. Dejémoslo ahí, Perera no tuvo su día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario