FICHA DEL FESTEJO Plaza de toros de València, 12 de marzo de 2014. Cuarto festejo de la Feria de Fallas. Novillos de El Parralejo, bien presentados, nobles y de buen juego. Destacó el 5º, 'Manijero, de brava y entregada embestida, número 45, negro bragado, 410 kilos, premiado con la vuelta al ruedo. ROMÁN (silencio tras aviso y ovación con saludos); FRANCISCO JOSÉ ESPADA (silencio tras aviso y oreja tras aviso) y JOSÉ GARRIDO (Oreja y dos orejas). Se guardó un minuto de silencio en memoria del veterinario Enrique Ezpeleta. El mayoral de la ganadería dio la vuelta al ruedo a la muerte del 5º y el 6º. Entrada: Un cuarto de plaza (algo más de 3.000 personas) en tarde fria y lluviosa. [FOTOS :: JESÚS CAMACHO] |
La tarde fue una lucha en sí misma. De la afición contra el gris, el frío y la lluvia. De Román consigo mismo y de José Garrido contra todos. Duro el inicio. Nos enterábamos de que unos días antes había fallecido el veterinario de la plaza, Enrique Ezpeleta, en el mismo minuto de silencio que se le rendía. En respuesta, la ovación a Román en su despedida como novillero, que compartió con Espada y Garrido. Y así, sin más, empezó a arreciar desagradable la lluvia y salieron los de El Parralejo, que fueron como el sol. Sus bondades --casta, nobleza...-- en forma de embestidas eran esos rayos, ese calor que tanto necesitaba la tarde y las Fallas para prender de verdad su mecha. Y sucedió en tarde de lucha y a contraestilo: porque en esas apareció José Garrido y se hizo el amo. Con rotundidad, siguiendo la metáfora, manejó esos rayos, alumbró, dio calor y tapó todas las goteras que tenía la tarde. Tres orejas y, sobre todo, un tono macizo que causó mucho respeto. Incontestable la puerta grande. José Garrido debió ser el único que por ahí vio el sol en una tarde así, fría y gris de la que la humedad calada no se acabara de ir en un tiempo. Pero se irá.
La novillada de El Parallejo fue preciosa y de nota. Novillo bravo el quinto, 'Manijero'. Premiado con la vuelta al ruedo. De los que no se ha ido todavía y ya está volviendo, siempre con entrega absoluta. Rebozándose. ¡Cómo lo hizo por el derecho! Y bueno también el cuarto, con un tranco de más. Misma entrega. Los dos, siempre a más. Y sin desmerecer el resto: temple el del sexto, duración y nobleza del tercero, seriedad en el primero, y tal vez menos uniformidad en el segundo. Pero de los seis, los seis.
José Garrido estuvo sin contemplaciones. Sin desatender su papel de novillero, sorprendió por su encaje, entrega, madurez, despierta inteligencia y generosidad. Nada nuevo, pero se confirmó todo. Y en esa lucha contra una tarde así, tan a contra estilo de València, Garrido empezó a ganarla cuando se inventó un tercio de quites ejemplar con su amigo (y rival) Román. Fue en el tercero. A unas chicuelinas del valenciano respondió con otras arrebujadas el extremeño; a las gaoneras de Román llegaron las verónicas por las que se reveló Garrido fino capotero. Mecidas y sentidas, recordando a su maestro Antonio Ferrera, que mañana dará una nueva lección estando en València con los puntos aún frescos de Olivenza. Con ejemplos así, como para no aprender.
La duración del novillo tercero, 'Dirijente', fue su principal virtud. Tras un galleo por chicuelo, cinco quites, la faena exprimida por todos los palos de un José Garrido sin apenas contemplaciones. Del novillero que viene arreando en un inicio de rodillas, dibujando con mando los muletazos en redondo en los mismos medios ry ematado de un de pecho soberbio ya de pie, a la aplomada madurez del toreo profundo para rematar metido entre los pitones, con suficiencia, sin aburrirse, respirando sin problemas frente a un animal que fue a menos y que tuvo una embestida falta de compromiso o celo. Una oreja.
Dos orejones cayeron del sexto, Sacacuartos, nombre referente en el triángulo Fuente Ymbro-Javier Molina -Parralejo, ya que se llama como el indultado de Fuente Ymbro en Alicante. Ahí la dimensión de Garrido se amplió al 3-D de forma natural. El fondo, la forma y --lo que faltaba-- el pellizco. Inicio clásico rodilla en tierra. Pronto Garrido, a partir del tercer o cuarto muletazo, se abandonaba, se embraguetaba. Alto el nivel sobre la diestra. La nobleza de Sacacuartos tenía el límite al quinto muletazo. Redondo Garrido, siempre por encima, un paso por delante. Rotundo, encajado y por último esa espada. Estoconazo. Dos orejas a ley. Novillero en sazón listo para dar el salto.
La primera batalla a la tarde la perdió Román. Se la ganó la metereología y la espada jugó también en su contra. Y no es por buscar excusas. El Parralejo que abrió tarde fue serio en lo que hizo. Es decir, no engañó a nadie. Noble y presto al cite, sí, mas nunca se entregó. De salida desentendida. Román cuajó faena bajo la lluvia, sobre ambas manos y por abajo, acertando con el intríngulis del caso: la distancia óptima. La seguridad y dominio de la situación fue el ramillete de poncinas, en honor al primer propietario del blanco y oro que lucía y que acabó con la taleguilla partida: El primer pinchazo, obligó a tirarse a por todas. Pues todo esto, toda la faena quedó empapada por la lluvia en un abrir y cerrar de paragüas, chubasqueros de aquí para allá y al final ni una ovación a todo aquello.
'Gruñidor' se llamaba el cuarto, el de la despedida. Y cómo no, de El Parralejo: el mismo hierro con el que empezó el idilio en 2012. Dicen que Román tomará la alternativa en el próximo mes de junio en Nimes. Y el idilio ya empieza a exigir. Tres Fallas como novillero tal vez han acabado jugando a la contra y uno ya está con la cabeza en demasiadas partes y de la tarde con la novillada de Daniel Ruiz había que sacudirse ciertos fantasmas. Motivos sobrados había para habérselos quitado en ese primer novillo. O en el tercio de quites con Garrido. Y ya cuando le tocó el turno a 'Gruñidor' Román fue el de siempre: el del muletazo hondo, la cintura quebrada, el trazo largo y templado. El que brilla al natural y embarca toda la embestida con la diestra; el que luce él cuando más se luce el toro; el que se meté el arrimón y enreda la embestida a su alrededor; y el que colecciona sonrisas. Pero vino la espada --media algo trasera--, el fallo con el descabello y los fantasmas otra vez. Román se habia acercado al triunfo pero otra vez esa sesanción en su rostro. La ovación, el gesto apretado. Demasiado poco para los objetivos que se había autoimpuesto.
Francisco José Espada quedó como en tierra de nadie y en esa tregua se llevó al bravo de verdad de la tarde: el tal 'Manijero'. La desordenada y rebrincada embestida del segundo de la tarde quedó sumida en esa lluvia que torpedeó con tino el inicio de la novillada. Pero 'Manijero' le ofreció todas las opciones. Un novillo a más, que embistió siempre por abajo, entregado, planeando intenso. Como un descosido, pero con ese temple que mejor administra la bravura. Espada lo recibió a porta gayola para ver si entraba en la batalla. El pitón derecho fue de impresión. Muy repetidor por ahí, siempre presto. Fracisco José Espada que cuenta con el apoyo de César Jiménez fue a más conforme avanzaba la faena. Un de pecho apretadísimo, vertical y la hombrera contraria fue una belleza. Pero la bravura siempre lo tuvo con la mosca tras la oreja.
Se palpó esa bravura caliente, como evidente fue la rotundidad de José Garrido, pese a la tarde tan desapacible. El premio de la vuelta al ruedo, merecido. El triunfo de Garrido, apabullante. Seguro que vio el sol cuando salió por la puerta grande de València.
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