24 octubre 2014

y pese a todo nos ignoran (tal vez con razón)

Hay cifras que asustan. Por ejemplo que por la temporada de Las Ventas de Madrid han pasado cerca de ¡un millón! de espectadores o que solo en lo que va de año la Comunitat Valenciana ha celebrado más de 7.000 espectáculos taurinos populares. Esto solo sin mirar los tendidos de Pamplona, València, Sevilla, Bilbao o ir levantando piedras pueblo a pueblo y seguir sumando.

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Hablamos, cómo no, de lo viva, pese a todo, que está la cultura taurina, la cultura de bou. Y tratamos de imaginar números a grosso modo, y de verdad, la cosa asusta más aun siendo rácanos. Por ejemplo: ¿y si cada uno de los más de 7.000 festejos celebrados entre Castellón, València y Alicante hubiera congregado a 1.000 espectadores, que ya sé que normalmente suelen ser más? Pues nada, que estaríamos hablando de 7.000.000 --¡7 millones!-- de personas y un impacto económico estimado de 200 millones de euros. La cifra asusta y más en un territoro con 'solo' algo más de 5 millones de habitantes. Pero no parece nadie preocupado en confirmar datos así. Es más, ahora mismo, no sirve de nada.

Lo que debería asustar e interesar sobremanera se toma por el pito del sereno. Estos volúmenes que a partir del toro vertebran la sociedad, siguen pasando desapercibidos, son ignorados de forma consciente, tratan de taparlos e incluso pretenden negarlos mediante la prohibición y la tergiversación de las subvenciones europeas a la agricultura y la ganadería, de la que también se favorecen las reproductoras de bravo que habitan y preservan el ecosistema de la dehesa. Pura perversión democrática en la que todo esto no les interesa lo más mínimo.

Ahí está la postura de la colición valencianista Compromís en el Parlamento Europeo, de Izquierda Unida o el acojone, para variar, que traslada la jaula de grillos que es Podemos así en general, por no hablar de ambigüedad del sociata Pedro Sánchez o los inútiles brindis al sol peperos, huecos como su ideología.

Pero mientras la política reducida al mero sensacionalismo --la del circo televisivo, la que llama en directo a todo el hedor de Sálvame-- saca a pasear al toro cuando necesita llamar la atención con una pasmosa facilidad, dando igual que para ello tenga que mentir o que ya le hayan dicho que no en más de 50 veces, esos números que deberían asustar siguen sin saberse articular y carecen de un discurso político que los defienda desde una industria que ha cultivado con sonrojante esmero la más rancia ideología, alejándose cada vez más de la sociedad. En Bruselas le han puesto esta semana la navaja en el cuello al toro bravo, que se ha librado por una miseria de votos, y los que deberían ser sus defensores apenas se han enterado. Como siempre.

Son los taurinos, todo el sector o industria, los que han sido incapaces de defender su cultura taurina --Cultura de Bou-- y mostrarla más allá de su reducido coto. Incapaces de creérsela en toda su dimensión e invertir en ella y por el futuro.

Hazmereír repipi han sido en definitiva. Cada vez más lejos del pueblo e inmersos en continuas cuitas de cariz ególatra cuando han venido mal dadas en vez de ponerse a remar todos a una. Por eso, pese a todo, nos ignoran. No sin con razón. Corregir el paso ahora ya se antoja entre muy complicado o imposible. Los vicios no se van en un invierno y si estamos donde estamos es por los vicios cada vez más pronunciados de todo el conjunto de taurinos, capaces de cargarse la ilusión de auténticas millonadas de espectadores por temporada.


PS: La propuesta de proyecto que lanzamos para formar La Academia de la Tauromaquia proponía un plan de cinco años para arrancar. Ahora tal vez ya llegue tarde todo. Se han consumido dos. Por delante, en el peor de los casos, no queden más de tres. Y todo por culpa de la pésima gestión política y social de un sector que es abanderado de la más rancia de las ideologías, aquella que dice no tener ideología.

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