15 marzo 2010

feria de fallas 2010/ la antitauromaquia



14 de marzo de 2010. Feria de Fallas. Toros de Carmen Lorenzo (1º, 4º y 5º), San Pelayo (2º --devuelto-- y y 3º), San Mateo (6º) y uno sobrero de Yerbabuena (2º bis), para Jesulín de Ubrique, El Cordobés y El Fandi. Mas de tres cuartos de entrada.

Sudecía el espectáculo para el que estaban llamados Jesulín de Ubrique, El Cordobés y El Fandi --pongan aquí una ligera excepción--, la libreta de notas seguía en blanco y la estupefacción, en cambio, no daba abasto desde el mismo momento en el que la víspera se rechazo la corrida de La Palmosillas por fundadas sospechas de afeitado.

A partir de ahí, la antitauromaquia. La ausencia de respeto y seriedad en ruedo y tendido. El descastamiento en los de El Niño de la Capea, su invalidez. La desconfianza total de un Jesulín reaparecido, la pobreza técnica y de recursos de El Cordobés. Un público diferente, que hasta ya se puede hablar de una tercera especie. Está el público habitual, el de rejones y se acaba de inventar el de las mediáticas: ignorante en su mayoría, festivo, aplaudidor y orejero, que si el valenciano es así ya, éste lo supera con creces.

Imagino que ésta no es la imagen que la Diputación de València quiere enseñar por televisión desde Valencia, aunque el diputado Prieto sonreía, se dejaba ver por el callejón y jaleaba como uno más a El Fandi tras sus pares de banderillas, lo mismo que el del toque de clarín --por favor no me sea tan facilón-- que le floreó un cambio de tercio al granadino para ponerle más azucar a la tarde; tampoco vamos a creer que fue la gran superproducción de Simón Casas, pero que sí sirvió para hacer caja y hacer pasar una mala tarde a los abonados que decidieron que quedarse y no escaparon a La Plana a ver la de Victorino.

Qué diferencia con la víspera o con lo que sucedía un poco más al norte. Tarde de faenas al sol. Los tres buscaron el amparo de una solanera abarrotada, el aplauso fácil y el olé sin tón ni són para el más insoportable pegapasismo.

Pongan la excepción en El Fandi, que desarrolló su espectáculo al completo, puso la plaza en pie en cada par de banderillas y aprovechó los muchos viajes de sus murubes tuvieron a izquerdas y a derechas y mató de forma efectiva para cortar una oreja en cada toro, más que suficiente para justificar la felicidad de su parroquia, que tiene a los más encandalosos en unos que se piensan que una plaza de toros es un estadio de fútbol y que se hacen llamar los fandingueros.

De lo demás, nada. Jesulín escucho avisos, no tuvo conmiseración ninguna y alargó sus trasteos en un vano intento de reverdecer viejos laureles. No se confió con el primero y esceneficó la pantomima ante el invalido cuarto que se derrumbó con estrépito en incontables ocasiones, y mató a ambos de puñaladas traperas.

El Cordobés, con casi 2o años de alternativa, se mostró sin recursos, con una fragil técnica y, sobre todo, con muy escaso compromiso. A su favor lo único que puede decirse es su efectividad espadachina. Su primero fue un zambombo engordado que fue un auténtico cabestro. Sólo le faltaba el cencerro. Salió, se puso en los medios, huyó de forma pacífica hasta de sus misma sombra, no entró a capotes y fue devuelto. Quien firma nunca había visto nada parecido.

En sustitución uno de Yerbabuena noble al que se le hizo lo contrario para que enseñase alguna virtud. Y en quinto lugar un marmolillo que nos privó hasta del salto de la rana, ay qué dolor, qué dolor, qué pena.

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