La sombra de El Cid volvió a arrastrarse por La Maestranza entre dudas e indecisiones. Muy inseguro el torero con capote y muleta ante el muy alto castaño cuarto. Un toro de largo y humillado viaje y con un punto de emoción para que aquello tuviese importancia. En cualquier otro momento, hace dos o tres temporadas, El Cid pone del revés La Maestranza. Ayer, para lo único que sirvió ese toro es para poner de manifiesto que El Cid ni está ni se le espera. Y tanto que nos duele.
El quinto hacía el avión hasta cuando lo quitaban por chicuelinas. Otro toro de triunfo gordo al que Castella pasó a izquierdas y derechas con cierto lucimiento. Pero el efectismo circularista al epílogo ya no se lo tragó la afición seria sevillana y la faena se premió sólo con una oreja. Tampoco había para más y hasta Castella pareció conformarse.
Manzanares le puso el empaque y el gusto necesario al noblón sexto desde el mismo saludo de capa. Sevilla se le volvió a entregar, y cuando la cosa iba para dos orejas, un pinchazo previo a una buena estocada, lo dejó en una. Y la buena corrida de toros de El Pilar, propiedad de Moises Frailes, que era como para hartarse a torear quedó poco aprovechada según reflejó al final el marcador de despojos. Porque cuatro --cinco si anotamos la aprovechable mansedumbre del primero junto a tablas y hasta seis si añadimos la sosa nobleza del segundo-- toros bravos, nobles y encastados echó la ganadería de El Pilar en Sevilla poniendo en bandeja el triunfo. Y al final a éste se lo llevaron las mulillas.
Por cierto, en las cuadrillas triunfaron Curro Molina, Curro Javier y Juan José Trujillo.
Fotos :: Arjona para plazadetorosdelamaestranza.com
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