Muy competente no debe ser el Tribunal Constitucional cuando ha tardado cuatro años en tomar una decisión sobre el Estatut de Catalunya. Muy flexible tampoco debe ser la sacrosanta Constitución cuando no ha rectificado una coma desde que entró en vigor, allá por el año 1978. Los capitostes de la Catalunya 'oficial' ni mucho menos se deben haber dado cuenta de esa situación. Y ni la justicia ni la política parece que hayan reparado en que lo ideal sería la total independencia de la una de la otra.
Al Estatut, tras su aprobación en referéndum, luego en el Parlament y por último en las Cortes, el PP lo metió en el TC. Cuatro años a la sombra entre jueces con etiqueta progre o conservadora. Y luego esto: una sentencia, el cabreo gordo, y ahora el PP pidiendo calma cuando sólo 14 de los 114 artículos recurridos por ellos han sido retocados. ¿Ahora?
Ahora lo que pasa es que a los partidos catalanes se lo han puesto a huevos. Tras una temporada de escándalos corruptos en los que la mayor gloria de la Catalunya 'oficial' aspiraba a prohibir las corridas de toros, una gran ventana se ha abierto con este Estatut al que en la peluquería del Constitucional le han cortado las puntas.
Según unos es lo propio con la Constitución por delante; según otros es la incapacidad de la misma por actualizarse a los tiempos; y según otros más, la clara demostración de que la única solución es la independencia sí o sí. Es decir, una ensalada de verdades a medias o, mejor dicho, interesadas. Porque según desde qué postura se mire a ninguno le faltan sus razones.
El mejor ejemplo son las posturas por las que han optado PSC, ERC o PP. Los populares después de prender la mecha ahora piden "calma". Sin duda se han dado cuenta de que con esto en Catalunya contarán menos todavía de lo que venían contando. Montilla como president y al frente del PSC ha llamado ni más ni menos que a la movilización, ahora que es más un cadáver político que otra cosa y las encuestas no le son nada favorables. Y ERC que andaba también desparramando votos en cantidades industriales, ahora alza la voz del independentismo con más fuerza que nunca.
CiU, por su parte, ve la escena con moderación. Y es que como ve cerca su vuelta a la Generalitat, su opción es la de pedir elecciones y de plantear una nueva relación con España, que es como no decir nada y al mismo tiempo seguir fiel a sus clásicas maneras.
Así que, más allá de la mera inoperancia de la más alta justica y del conjunto de la clase política, ¿alguna novedad? Pues no.
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