Castellón, 3 de abril de 2011. Feria de la Magdalena 2011. Toros de Victorino Martín, justos de presencia, sobre todo por delante. Encastados y nobles, pero flojos. Destacaron tercero, a más y con poder, y cuarto, muy noble. Rafaelillo (ovación y oreja), Luis Bolívar (silencio y oreja) y Alberto Aguilar (oreja y palmas). Alrededor de media entrada (algo más de 4.000 personas). [VÍDEO]
Victorino Martín contra Victorino Martín. Leyenda, historia y trayectoria de la que es probablemente la ganadería del mejor ganadero de todos los tiempos juegan en su contra siempre que las cosas no salen según dicta el subconsciente colectivo. Y últimamente no corren los mejores tiempos para su vacada y la exigencia a la que se ve sometido siempre deja ese agridulce regusto.
La tradicional victorinada de Castellón para echar el cierre de la Magdalena 2011 dejó varios matices que van de la alegría a la preocupación. Para alegría el tercero o el pitón izquierdo del cuarto, que todos humillaron o la casta por la que vendieron todos muy cara la muerte, con la boca cerrada hasta el final. Para ponerse a cabilar, la manifiesta y común flojera de casi todo el lote, la muy justa presencia, sobre todo por delante, o la falta de picante antes habitual.
La corrida, salvo el segundo, lució hechuras más asaltilladas. Más bastas y musculadas. Al conjunto le faltó cara. Los seis se presentaron con los cinco años cumplidos. Los que más acusaron la edad fueron primero y tercero, que fue el que destacó por encima de todos. Un toro con poder que le cupo en suerte a Alberto Aguilar.
Rafaelillo, Luis Bolívar y Alberto Aguilar se repartieron una oreja por coleta. Tras el paseíllo un grupo de aficionados catalanes sacaron pancartas y senyeras y entonaron el grito de 'libertad, libertad', y como no podía ser de otra forma el resto de la plaza, que contaba con más de la mitad del aforo cubierto, se unió a la manifestación contra la prohibición de las corridas de toros llevada a cabo por el Parlament de Catalunya y la dictadura de la política nacionalista que, precisamente, dicta lo que considera cultura y lo que no en 'su' Catalunya, por encima de todo y de todos.
El tercer Victorino atendía por 'Mojonero'. La brega de recibo de Alberto Aguilar tuvo emoción. El toro sacó genio. En el único puyazo que recibió se defendió cabeceando, sin fijeza. Pero en banderillas tomaba la capa por abajo siguiendo sus vuelos. Aguilar, que reaparecía tras su cogida de València, brindó al doctor Daniel López Quiles, que fue quien le atendió.
El toro llegó al último tercio con buen tranco y Aguilar se propuso lucirlo. Ofreció distancias y pureza en el cite. La muleta toda por delante y cargando la suerte. Emocionantes las primeras series. Largos los muletazos sobre la mano derecha, pero escasos de mando. Aguilar presentaba muy bien la muleta, pero no enganchaba los muletazos en el mismo inicio y el toro, que venía con inercia, no iba sometido desde un primer momento, pero seguía el trazo hasta el final. Aguilar, eso sí, trataba de imprimir pureza. Mejoró al natural con la misma puesta en escena. Muleta descaradamente por delante, la pata en la vía del tren y el toro pronto al cite.
En la primera tanda de naturales el toro toma los vuelos a ras de albero. En la segunda se orienta, sorprende, aprieta y desarma. El toro saca a relucir su poder y aprieta. Repone y mide. No iba a regalar nada más. La estocada, trasera y desprendida. Oreja.
El otro toro que destacó fue el cuarto. De gran nobleza y de embestida que de tan humillada reducía su velocidad hasta casi detenerse en mitad de la misma suerte. Exigente ejercicio de temple. Rafaelillo lo intenta por el derecho y aquello va demasiado despacio. Por el izquierdo, mejor. Muy despacio, por abajo y hasta el final. Rafaelillo por una vez prescinde de su uniforme de 'gladiator' y se gusta en el algunos naturales e incluso compone figura.
Muy de uno en uno. Este Victorino no tiene la misma inercia que el tercero y le cuesta repetir, pero en cambio permite sentirse. Rafaelillo lo vende bien y pese al pinchazo previo a la estocada se lleva una oreja. El toro muere de bravo y es ovacionado en el arrastre.
La oreja Luis Bolívar la consigue del quinto y tras una faena que brindó al grupo de aficionados llegados de Catalunya. Por su remate y porque se habían corrido dos toros importantes, este quinto es ovacionado de salida, pero pronto anuncia flojera de remos pese a no empujar en varas. Pierde las manos, la ovación se torna en protesta y en lugar de ser devuelto se cambia el tercio de banderillas con dos pares. La fiesta de la resta.
Queda en noble y flojo. Bolívar por el camino del temple sostiene al derringlado albaserrada en series por el derecho a media altura, sin profundidad, con la embestida muy cogida con hilos. La faena, larga, transcurre tan templada y correcta como carente de emoción, pero con el público a favor de corriente por el detalle del brindis. Efectiva estocada rinconera, petición de dos orejas y acertada concesión de sólo una.
El primer Victorino recortó el viaje desde el mismo inicio, pero metiendo el hocico abajo. En el caballo, fijeza sin ninguna espectacularidad más. Flojea y se orienta. En el primer envite sobre la mano derecha, al bulto. Rafaelillo esta vez sí que se fue a la guerra y por su transparente y solvente valor fue ovacionado.
La salida del segundo, vareado y con hocico de rata, resulta muy descompuesta, con voltereta incluida que le deja sin fondo. Noble, eso sí, y con voluntad por tomar las telas por abajo, pero irremediablemente se viene a menos. Lo peor, el navajazo de Bolívar al entrar a matar.
El sexto tomó una primera vara con alegría. Aguilar quiso lucirlo y lo puso en suerte para una segunda entrada, pero la incompetencia del piquero convirtió la lidia en un jaleo contraproducente para el toro y sus fuerzas y no hubo segunda vara ni nada. Al último tercio llega reponiendo por el izquierdo y por ahí no hubo acuerdo. Por el derecho le buscó las vueltas Alberto Aguilar siempre fiel a su concepto puro del toreo, pero con el toro claramente en línea descendente. La posibilidad de trofeos se fue al garete tras pinchazo hondo y tres descabellos.
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