Foto :: Rullot para torosvalencia.com |
La Puerta Grande de València se abrió para que por ella saliese el novillero local Pascual Javier. Generosa y exagerada a todas luces, pero si nos ponemos a sumar méritos él fue quien --de largo-- mejor hizo las cosas y eso se tradujo en dos labores que por templadas y bien hilvanadas acabaron resultando en unos tendidos que flamearon pañuelos a los que un despistado presidente no pudo negarse. El nivel de València no es que cayese ayer de repente, no; lleva así varios lustros. Y lo que es evidente es que de repente no va a subirse el listón así porque así: ¿a quién le interesa subir el rigor y seriedad de la plaza de toros de València con lo que viste un triunfo en un coso de primera categoría aunque en verdad es como si fuese de tercera? De esta manera lo mejor es no rasgarse las vestiduras porque total, ¡por una vez más!
Con la corrección de Pascual Javier no estuvo ninguno de sus dos compañeros. Uno, Juan Vicente Tomás, por sus muchas carencias e inseguridades; y otro, Víctor Barrio, por llevar las faenas pensadas desde el hotel sin atender a las condiciones de los novillos y estar más preocupado por la postura que por el manejo de las telas.
La novillada de Manolo González estuvo bien presentada y fue noble. Destacó el buen segundo, que por la falta de atención del presidente se llevó tres puyazos y eso que Pascual Javier había repicado y todo al quite de Barrio que entró cuando le correspondía.
Pascual Javier ante el segundo de la tarde. |
La faena al quinto fue más irregular, pero con temple y cabeza suplió la ternura lógica de quien ha toreado poco o nada y comandó una embestida con tendencia a pararse o quedarse corta. La puerta grande fue el premio a su esfuerzo. Pero debe saber que todo esto es mucho más difícil todavía. Esperemos que el triunfo le sirva porque afición le sobra.
Juan Vicente Tomás está bien metido en la treintena. Su primera aparición en la plaza de toros de València se remonta a abril de 1994 en un homenaje a don Álvaro Domecq y Díez. Ha llovido, pero Juan Vicente persiste en su afición, pero lo que no puede ser, no puede ser. Su primero sacó genio porque se sintió superior, porque el novillo siempre impuso su ley desde el mismo inicio desarmando al novillero en dos ocasiones. Al cuarto se le dio fuerte en varas y su nobleza se derrumbó en el último tercio en un par de ocasiones. Juan Vicente pudo estar pero con algún aprieto, sobre todo por el izquierdo.
El segoviano Víctor Barrio llegaba con vitola de figura novilleril y por su amaneramiento y guion aprendido anduvo encorsetado toda la tarde, además de destemplado. Se olvidó de torear para el toro. Los inicios en los medios por tafalleras o con largas y a pies juntos más bien fueron perjudiciales. Tampoco el comienzo de rodillas en el tercero, un novillo protestón y siempre buscando la querencia, vicios que Víctor Barrio no corrigió. Con el burraquito sexto Barrió tuvo más opciones de demostrar su concepto, pero los demasiados engachones y su frialdad emborronaron la faena. Pero aún así, por su insistencia a derechas y la efectividad de la estocada se le concedió una oreja que sobraba.
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