08 mayo 2011

victorino se lleva el mano a mano con miura

El Cid con el Victorino sexto de la tarde.

Plaza de toros de València, 7 de mayo de 2011. Mini feria de la Virgen. Toros de Miura (1, 3 y 5) y Victorino Martín (2, 4 y 6). Ángel de la Rosa (ovación y una oreja), Juan José Padilla (palmas y una oreja) y El Cid (silencio y una oreja). Algo más de media entrada (unas 6.000 personas). VÍDEO

El guión lo escribió el toro. Los toros de Miura y Victorino, que por primera vez en la historia compartían cartel de esta guisa. La tarde por eso ya valió la pena. Pero si hay que hacer balance y apuntarle a uno de los hierros la victoria, ésta es para el de la A coronada de los albaserradas. Por presentación, por casta y poderes demostrados estuvieron muy por encima. Dos toros, uno muy importante, frente a uno sólo de Miura muy normal. Los espadas salieron a oreja por coleta como premio al esfuerzo de Ángel de la Rosa; al particular savoir-faire de Padilla con estos hierros; y a la zurda de El Cid que tan pronto como deslumbró, se encogió y justo le vino para agarrar una oreja que al de Salteras debe saber a poco.

El Cid, por su condición de figura, había puesto en noticia esta tarde allá por enero cuando decidió apuntarse al mano a mano entre Miura y Victorino. Era la primera vez que se enfrentaba a un toro procedente de Zahariche y la primera que en Valencia se daba el binomio Cid-Victorino que tan ilustres páginas de Tauromaquia ha escrito en la última década.

Y El Cid se estrenó con un Miura, el tercero de la tarde, llamado 'Sanluqueño' gradón y feo, muy escaso de fuerzas, con un pitón izquierdo prácticamente imposible y cuarto y mitad de recorrido por el derecho. No se dio coba el de Salteras porque tampoco hacía falta. Con Miura tendrá una ocasión más en Nimes allá por junio. Con Victorino, allí también, seguro que hay más.

El segundo del lote de El Cid, el sexto, fue un Victorino cinqueño, bien presentado, bajo de manos y serio por delante. Se llamaba 'Cuco' y fue el toro de la tarde. De salida fría y sin recorrido. En varas cumplió y la brega de El Boni fue para bien. También para calentar sirvieron los buenos pares de Curro Robles por los que se tuvo que desmonterar. Por cierto, ¿y Alcalareño?

Toro encastado, de embestida vibrante y muy humillada. Muy en victorino, como hacía tiempo que no veíamos y eso que hemos visto esta temporada los de Castellón y Sevilla. El Cid deslumbró con su zurda y en dos series puso a hervir la plaza. Fueron naturales de mano baja, largos y muy enganchados por delante. Hubo emoción e intensidad. Mas luego el corazón de El Cid dejó de bombear fuerte, el brazo se le encogió, la firmeza perdió su equilibrió y el mando y buen gobierno lo perdió el torero en favor del toro, que empezó a ganar terreno. La faena no volvería al retomar el nivel incial, las prisas mandaron e incluso por estas perdió El Cid de forma torpe la muleta en dos ocasiones. No llega a matar de un espadazo y se le escapa una oreja que se antoja demasiado poco ante toro tan importante y que posibilitaba un triunfo mayor si se hubiese decidido de todas, todas, a crujirlo por naturales.

Ángel de la Rosa fue quien más sumó pese a su falta de rodaje. Resolvió con esfuerzo, mucho mérito y torería. A su actuación le faltó ajuste, cruzarse más. Sobre todo con el renqueante Miura que abrió tarde, flojo y noble, con buenas intenciones y galope a la hora de embestir. No hubo acomple completo y por no cruzarse se le coló en dos ocasiones. Mató de dos pinchazos y buena estocada. Luego el putillero daría un sainete.

Mucho mejor De la Rosa con el buen Victorino que hizo cuarto. Muy serio, con buen son, pero sin acabar de entregarse. Faena templada y de buen gusto, presentando bien la muleta y ofreciendo distancias, pero sin apretarse. También es cierto que al toro le faltó humillar y sobre todo sin alcanzar a rematar. De la muleta salía como distraído, apuntando tablas. Estocada certera y oreja.

Padilla leyó mejor la tarde y se entregó desde el principio. Al Victorino que hizo segundo lo saludo bien de capa, lo quitó por faroles y lo banderilleó con espectacuaridad. El toro, de nombre 'Minguero' fue bravo en el caballo. Fijo y empujando con los riñones tomó la primera vara y en la segunda el picador le dio a traición y por ello se llevó una buena bronca de un Padilla que acabaría quedándose sin toro. El animal llegó al último tercio muy aplomado, nada que ver con el buen son que había demostrado de inicio. Lo mejor, la gran estocada del jerezano.

Padilla puntuó con el Miura que hizo quinto. 'Rescatado' se llamaba y fue, dentro de la normalidad, el de mejor condición de entre sus hermanos de camada. Y eso sí, muy feo, con hechuras de becerro grandón, muy a la antigua. Padilla sacó tajada de la nobleza y le recetó de salida, así sin más, un puñado de chicuelinas como si de Pedro por su casa se tratara. Tiró por la senda del bullicio y entre todo ese ciclón sólo una buena serie en redondo muy templada. Lo demás, todo muy para la galería. Mató de pinchazo y casi entera fulminante tras la que por poco resulta prendido, originándose un pequeño drama con el rostro ensangrentado que desembocó en petición y la consiguiente oreja.

La apuesta de Simón Casas resultó pese a la adversidad metereológica. La lluvia y falta de previsión de la empresa a punto estuvo de mandar al traste el festejo. A la hora de comienzo del festejo el ruedo tenía agua suficiente como para plantar un arrozal. Bomberos achicando, monosabios esparciendo serrín y areneros arreglaron el ruedo. La lluvia se mantendría interminente pero sin llegar a la tromba caída hora y media antes del inicio. Y aún así, la plaza registró más de medio aforo compitiendo con el fútbol y todo. Hay cosas que no se entienden: La clara apuesta por este festejo con una importante promoción choca con la falta de previsión empresarial posterior. Menos mal que al final la tarde salió adelante y reivindicó al toro como verdadero protagonista. La apuesta debe tener continuidad. Por el bien de la fiesta y la imaginación, siempre y cuando ésta no sea al servicio de los acomodaticios intereses de taurinos de postín a los que es prácticamente imposible sacar del 'más de lo mismo'.

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