Una sonrisa es el mejor resumen que puede hacerse de una Feria de Fallas que nació condenada por el ridículo espantoso del G-10, los taurinos y la confusión por unos derechos de imagen, que en realidad son los derechos audiovisuales y un puñado de euros de más o de menos por no saber leer la situación. Una sonrisa, la del novillero Román después de conmocionar toreando al natural. Una imagen de futuro, un par de trending topics con nombres de ganadería gracias a una sociedad interconectada y a la necesaria presencia de la Fiesta en la sociedad de la comunicación. Desde el ruedo mágico del coso de calle Xàtiva o la televisión hasta cualquier punto remoto de la red de redes. Una sonrisa para acabar con el sin sentido de los taurinos y demostrar que la Feria de Fallas fue bastante más que las bullas que pretendieron lastrarla y que la imagen de la Fiesta no es cosa ni de diez ni de veinte ni incluso de las casi 600.000 firmas reunidas con el esfuerzo de unos pocos, sino de muchísimos más.
Sonrió Román y el futuro. Aquella novillada de El Parralejo para el recuerdo y la conmoción de un chaval que no era nadie toreando al natural fueron la mejor imagen de la Fiesta.
Y luego todo lo demás. Manzanares, que con dos series y un monumento de estocada en la suerte de recibir, volvió a poner a todos de acuerdo, aunque pareciese demasiado poco para tan dulce toro de Domingo Hernández. Los arrestos de un Iván Fandiño torerísimo y dispuesto a todo ante la verdad de la casta de dos fuenteymbros. La madurez y torería incubada tras años de ostracismo de un Javier Castaño capaz de deletrear la lidia de un bravo toro de Adolfo Martín. El pellizco de Curro Díaz; el guiño de la suerte a quien no torea nada, como es el caso de David Esteve, y el sistema lo pone con la corrida más seria de todas las Fallas; las ganas de ser de Jiménez Fortes entre una juventud aburrida; o incluso el temple de Sebastián Castella, la capacidad de Alejandro Talavante, la sempiterna zurda de Manuel Jesús 'El Cid' o el público que arrastran los mediáticos porque de ahí a algún buen aficionado se podría sacar. Y cómo no, el ejemplo torero y vital, vacío de todo rencor, de Juan José Padilla.
Todo suma a la hora de pesar una Feria de Fallas que prendió pese a todos los desmanes internos y que si no fue más todavía fue porque la ilusión y la pasión unos y otros la midieron por un puñado de euros que al final no fueron a ninguna parte.
Errores, los de siempre. Sobre todo el de las figuras, que volvieron a tropezar exigiendo un toro a modo, en el límite de lo admitido. Para replatearse la situación de Ponce, que tras 23 años y ningún incentivo, hizo el paseíllo ante la entrada más floja en todo ese tiempo y encima un 19 de marzo. A la crisis le cabe parte de culpa, también a unos carteles confeccionados con prisas y sin remate, a un plantel de figuras con un tirón en entredicho o que por dinero no echaron la pata adelante o a que se compartieron fechas con Castellón y la propuesta torista de allá, para chasco de muchos --que lo sé yo--, ofreció buenos resultados. En València hubo lleno de no hay billetes el día de Padilla, otro al que le faltó muy poco con Ponce y Castella y otro más, más esponjoso, con la mediática.
Llegó el momento de la competencia, de abandonar la comodidad de los feriantes de postín y ofrecer algo más si de verdad se quiere velar por la imagen de la Fiesta. Es decir, ¿veremos a Fandiño con Manzanares o El Juli en alguna de las grandes citas de la temporada o seguirá sin salirse de los esquemas previstos?
Y por acabar con los errores, un recado al palco presidencial falto de criterio y poco oportuno en sus decisiones. Tombolero y al servicio de las figuras, haciéndose el duro y no sabiendo estar a la altura del gran acontecimiento que ha vivido esta Feria de Fallas. Responsabilidad de los del palco es saberse adaptar al carácter del público y la afición de València y actuar como garante del prestigio de una plaza de primera categoría y saber controlar la situación todas las tardes por igual. Y esta feria no lo han sabido hacer.
El toro no ofreció dudas y embistió: 'Monería' y 'Madroño' de Adolfo Martín, dos o tres y hay quien dice cinco de los jandillas de la mediática, 'Incauto', 'Vejado' y 'Brevito' formaron el triángulo mágico de bravura con el hierro del El Parralejo, 'Lisonjero' de Valdefresno, todo el interés de cuatro o cinco en la de Alcurrucén, 'Amador' de Domingo Hernández, un par de zalduendos o 'Escribiente' y 'Adulador' de Fuente Ymbro. Bien repartido todo y las dudas de cual de todos fue el de la feria. El jurado, manipulado y con falta de personalidad a la hora de conceder los premios gordos, decidió que el adolfo 'Monería', pero ahí cabía el valdefresno o los dos fuenteymbros o incluso el que desorejó Manzanares de Domingo Hernández.
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