José María Manzanares es el príncipe de La Maestranza, suyo es ese sueño: la Puerta del Príncipe, su llave y el corazón de Sevilla. Un año después del histórico indulto de 'Arrojado' esto se corrobora. Manzanares cortó ayer cuatro orejas, cuatro. Empaque, gusto, temple, despaciosidad, pinceladas y broches en empalagoso grado superlativo, y dos espadazos de impresión --cómo aguantó la arrancada del quinto--. Y una cuadrilla con pulso y mimo, muy torera y con aires de grandeza: posiblemente lo más puro y más de verdad de la tarde fue el primer par de Curro Javier al segundo. Y dos toros a modo --de Victoriano del Río--, vergonzosos de presencia, anovillado el primero, pastueños hasta la bobaliconería, esa en el que el toreo no es más que seda y no sabe ya que un día fue poderoso látigo. El poder, mando y sometimiento son embelesado acompañamiento: largísimo el trazo, compuesto, ligero el embroque, el temple, lento el vuelo, pero sin profundidades. La faena al quinto, estuvo plagada de detalles al ralentí como para dormirse en cada suerte y paladearla. Y digo detalles, porque serie rotunda y cuajada en ése no hubo. Sí en el segundo: un par en redondo. Y el total fue una tarde en la que La Maestranza le abrió sus pechos, encumbró a Manzanares de forma apasionada y lo convirtió en su príncipe.
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| El príncipe y su cuadrilla |
PS: Es lo que tiene ver la corrida en su redifusión, sabiéndolo todo ya... el toreo es pasión. También verdad.
PS 2: Talavante cortó una oreja. Padilla dio ejemplo de superación una vez más y en tarde de enorme responsabilidad.
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