Plaza de toros de València, 25 de julio de 2012. Segunda de abono de la Feria de Julio. Novillos de Fuente Ymbro bien presentados, pero bajos de raza y entrega. Fernando Adrián (silencio en ambos), Román (oreja y ovación tras escasa petición) y Gonzalo Caballero (vuelta al ruedo tras petición y silencio). Tras parear al quinto se desmonteraron Raúl Martí y El Sirio. Un cuarto de entrada (sobre los 2.750 espectadores). [VÍDEO]
Tremebundo el valor de Roman. Pero sin alardes innecesarios, que para qué. Su actitud al servicio del toreo fue desmedida. Cuatro meses después de enarmorar a propios y extraños en una tarde fallera, su firmeza y sentido se ratificó el día de Sant Jaume. Su compromiso, total; por encima de las circunstancias de una novillada de Fuente Ymbro tan bien presentada como escasa de contenido.
Los primeros capítulos fueron desgranando lo que se prevía, que los tres chavales se iban a pegar un arrimón a cara de perro. Así salió Fernando Adrián. Tres largas cambiadas rodilla en tierra muy ajustadas. Estaba el fuenteymbro apretado de carnes, con hechuras y trapío, pero de fuerzas contadas. Sin probar se puso Adrián con la diestra y al tercero, el desarme. Novillo a la defensiva, buscando las querencias. Otro desarme al intentar el natural. El arrimón con el toro aculado en tablas, y como resultado 'Mestizo', que así se llamaba, se le echó de descastamiento y cobardía.
Turno de Román. El de Fuente Ymbro, más largo, suelto de carnes y con otro aire: el hocico por el suelo. El pitón bueno, el izquierdo. Por ahí arranca Román. Más ajuste, difícil. Los naturales surgían como un imposible cerca de los medios. Sin espacio físico entre los pitones y las lentejuelas. La intención de enterrar en la profundidad la mano que torea. Surgió la voltereta, ni mirarse y vuelta al mismo sitio. Pundonor a prueba de porrazos. Y luego a la diestra. A tragar. Agarrado, plana la muleta sobre la diestra y ni una ventaja. Mando y temple. Y al pitón contrario. Ahí se le anticipó el novillo al cite y lo lanzó a las nubes. Ni un mal gesto. Al sitio. Otra vez. Una tanda más, el cambio por la espalda. Ni un paso atrás. Luego los redondos completos, las bernardinas y un circular por la espalda con la muleta en zurda por si quedaba alguna duda. Pinchó arriba y se atracó para asegurar un espadazo. Oreja de enorme mérito.
Román se volvía reivindicar en su plaza. Su sonrisa eterna se tranformó en una actitud desmedida. Si en Fallas cuativó por su forma de correr la mano, en julio ha dejado claro que su valor le sirve para tragar en terrenos comprometidos y construir el toreo con pureza.
A la tarde le había pegado un bocado serio. El listón lo había puesto muy alto. Ya inalcanzable.
El tercero fue el más pastueño, pelín soso si se quiere. A menos, de duración acotada. Gonzalo Cabellero cumplía su quinta novillada tras pasar por Sevilla, Madrid dos veces y Pamplona. Pero si te dicen que lleva 50 paseíllos, también te lo crees. Cabeza despejada y ni una duda. Tal vez demasiado fácil. Faena medida, sin pases que sobrasen, pero tal vez falta de ajuste y mayores emociones. Eso faltó. Templado sobre ambas manos en terrenos de fuera, lo cerró por ayudados cuando empezó a apagarse, se arrimó de verdad en las bernardinas y se atracó para cobrar la estocada. Petición insuficiente y vuenta al ruedo en su presentación en València.
Tras la merienda Fernando Adrián no acabó de encontrarse con el cuarto, un novillo que ni fu ni fa. Más brusco que templado en su embestida, como casi toda la novillada. Adrián cada vez más a disgusto, lo dicho.
Con los dos que quedaban, la novillada de Fuente Ymbro bajaría más la nota todavía. La falta total de entrega del sexto no encontró soluciones en la fría actitud de Gonzalo Caballero, que ahí si envidenció su falta de rodaje.
Román, en cambio, se había inventado faena de gran fondo con el colorado quinto. Más que para triunfar, que no era novillo para eso, sí para crecer como torero. Tras banderillerar a ese quinto se desmonteraron Raúl Martí, de Foios, y El Sirio, de la misma Siria ahora rebosante de violencia. No veas la ilusión de El Sirio por saludar tras poner un par de banderillas. La grandeza del toreo por la paz.
En el inicio de faena, eso sí, Román se equivocó. Suelto el novillo, rajado y con poco celo, los estatuarios no aportaron nada. La prueba frente al colorado fue llegarle mucho, ponerla muy abajo y prácticamente invertarse cada embestida por ambas manos con mucha suavidad y sin brusquedades y ligar algún que otro muletazo. Valor y pulso en terrenos de responsabilidad. Faena que abre nuevos horizontes firmada de estocada y premiada con una ovación. Román se reafirmó desde su valor y actitud sin mesura al servicio del toreo. Ya habrá tiempo para medirse. Ahora todavía queda mucho por demostrar y por demostrarse. Su paso es firme.
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