26 noviembre 2012

el triunfo de el juli, saldívar y silveti desborda la méxico


El triunfo se desbordó en La México, y con razón, en el cartel estrella con toros de Los Encinos para El Juli, Arturo Saldívar y Diego Silveti. Bastaron tres toros, los que van del segundo al cuarto, porque el primero ejerció de telonero con la presentación de la rejoneadora Mónica Serrano. Y ya que estamos: ¿Qué pinta la presentación de una rejoneadora en uno de los carteles más fuertes de la Temporada Grande más allá de para levantar el telón? Pues nada.

Al cuarto el triunfo ya estaba desbordado, la tarde para el recuerdo y El Juli, figura y maestro tuvo el torero detalle de brindar a Saldívar y Silveti --en la imagen-- por no haberse quedado atrás y, como él, haber cortado dos orejas. ¿De Mónica Serrano quién se acordaba ya? Pero ella por si las moscas había abierto cartel.

Tres triunfos de peso singular cada uno. Si El Juli había estado sobrado desde el minuto uno, Saldívar fue a más inmiscuyéndose en una téctica que va sorprendiéndose a sí misma según se va descubriendo por necesidades como la de hoy: triunfar; y en esa misma imperiosa necesidad Silveti, Diego, pareció abrirse las carnes de forma poética en esa tauromaquia dolorosa, un punto trágica, que arrastra la reata Silveti.

Si El Juli fue la perfección e incluso marcó la diferencia con el que no valía, Silveti fue la poesía que surgió de esa presión de ver como ya habían triunfado los demás. Desde el quite por saltilleras más ceñidas imposible para ir ganando posiciones. Luego la faena tuvo ese toque de inspiración desde una tanda por naturales de rota belleza. La poesía, la dolorosa tauromaquia de los Silveti en el gesto y la forma y hasta en los sorprendentes cambiados. Fue faena de magias, muy ceñida de principio al fin de las bernardinas de infarto y la estocada. Se cerraba el triunfo redondo --seis orejas, dos por coleta-- a falta de tres toros por lidiarse.

El Juli había abierto la veda como quien no quiere la cosa. Por delantales de saludo, dando capa recogiendo los codos, echándose el toro encima con demasiada suficiencia, a pies juntos. El toro de evidentes aires mexicanos, con esa pasmosa facilidad para humillar y no demostrar exceso de celo. Qué cosas tiene la falta de casta por aquellos lares.

Julián López pues sobrado. El toreo al natural le salió infinito, de larguísimo recorrido, muy por abajo y a ralentí. El derechazo, soterrado. Y desde el principio y sin duda alguna. Fue faena de pulso especial, ante una toro noble en el límite de la casta, pero que siguió todo por las profundidades. Las dos orejas cayeron tras pinchazo y una entera por todo y también por la suficiencia y esa perfección técnica.

Saldívar no va tan sobrado pero cuando más crudo, más carácter saca. Dos tardes que se me ocurren, son cuando la reaparición de José Tomás en València, no veas Saldívar como tragó; y la otra, el pasado 12 de octubre con la samuelada, que ya le valió como para estar dos tarde en el próximo San Isidro.

La faena la llevó a más, pero cuando dio con temple, distancia y alturas fueron encajando, con la firmeza enraizada y la suavidad para tirar de aquella descastada nobleza que tan poco aporta y que tanto le exigió a Saldívar a poner de su parte hasta las bernardinas y la estocada certera. Tal vez se iba un poco el premio de las dos orejas, pero como para discutírselas.

En la segunda parte prevaleció una falta de casta imposible, sin celo alguno de la que solo El Juli, por poderes y experiencia pudo. De libro: El Juli o el toreo como hilo conductor de la embestida negada, arrastrada tras la tela tan despacio como si una losa fuera. El temple desde encima mismo y hasta allá... No se dejó nada de ese que había brindado Saldívar y Silveti. En cambio los mexicanos ahí ya no encontraron el hueco. Pero ya estaba aquello: el triunfo había desbordado La México


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