No, que no, que el toreo no surge así como si nada. Y de seis hubo cuatro que exigieron, eso: el toreo. El que impone el mando. Embestidas no regalaron ni una los Escolares. Hasta el caso más evidente de bravura exigió una disposición tremenda, casi diría que inhumana. Por eso tal vez a más de uno le faltó un toro rompiendo a embestir con franqueza. Eso no pasó, es verdad. Como también lo es que viendo la de Escolar se pudieron repasar varias lecciones taurómacas de buena lidia y nadie se aburrió. La clase, digo, la tarde fue amena, intensa, con sus cimas de emoción y con sus fallos evidentes. Y de esos hubo dos: al principio y al final. Ahí solamente falló la corrida. Entre tanto, se lidiaron cuatro con mucho contenido y por eso se sigue hablando de la corrida. De si el cuarto fue tan bravo o más. Qué intenciones escondió el quinto. La disposición que exigieron tercero o el segundo.
Delante de tan seria corrida de José Escolar, porque además de eso, esto: fue seria y no admitió reproche en su presentación; tres tíos: Rafaelillo, Fernando Robleño y Alberto Aguilar, que ya de partida, desde el mismo momento en que se anuncian sumán ese mérito. Respirar conforme y verse anunciado con una de José Escolar, ya debe de ser una hazaña. Y luego, ir sumando más méritos según el toro va planteando retos a la lidia.
Destacó Alberto Aguilar, que hizo faena de oreja, de vuelta al ruedo, y 'esa afición' no le dejó disfrutar después de tragar paquete para hacer el toreo ante aquel albaserrada cárdeno claro, avacado livianidad y trapío sobrado, pitones vueltos y hechuras de antes. Así lo exprimió: muy serio y capaz, firme y templado. Y el toro sacó la bravura y, por cierto, nobleza: a merced lo tuvo y lo perdonó. Le movió muy bien los pitones tras un inicio perfecto por abajo y dominando los terrenos en todo momento --en eso destacó también Aguilar, en el dominio de terrenos en sus dos toros, lo que pasa es el sexto se rajó--. Más claro el derecho, tras una primera serie por ahí, se fue a convencer por el izquierdo y a la vuelta se apuntaba otro tanto: había mandado sobre ambas manos. No darle la oreja o permitirle dar la vuelta al ruedo dice poco de la afición de Las Ventas: había méritos sobrados.
El segundo de la tarde también le dio opciones a un Fernando Robleño arropadísimo por Las Ventas. Fe ciega, fue la afición la que fue cantando aquello. Casi por delante vio que Robleño debía ganar la acción, dos pasos para que hubiera repetición en la embestida, que no se venía sola, sino que había que estar más que correcto, por delante: ganando la acción.
El cuarto, Bustillo II, fue bravo en varas en tres puyazos, cada uno con mayor fijeza. Tranco y pronto en un tercio de banderillas bordado por la cuadrilla de Rafaelillo. José Mora y Pascual Mellinas saludaron.
Luego el toro sacó una voracidad que cortaba la respiración. La primera serie quitó el aire a todos. Las siguientes abrieron las dudas. La apuesta casi inhumana. Toro bravo, encastado y, además, con sentido. Siempre que tomá la muleta fue con todo, pero presentársela y llegar a esa línea de fuego era escalar el Everest cada vez. O a lo mejor es que Rafaelillo planteó un pelea y puede que aquello hubiera sido mejor con caricias.
El quinto fue otro tío que exigió poder y convicción, y al final sacó peligro muy a las claras. A uno viendo aquel toro, 'Bustillo I', por lo poderes que demandaba, se le vino el nombre de El Juli. La tomaba por abajo, a veces se vencía hacía adentro de mala manera, pero luego se engallaba y radigrafiaba. Se orientó la casta. Robleño no se confió.
Primero por parado, áspero y faltó de entrega y el sexto por manso y rajado pusieron a una buena tarde de toros y toreros un inicio y final bastante mejorables. Pero lo dicho, la resaca y las conversaciones provocadas por la corrida de José Escolar todavía duran. Por eso este post todavía tiene bastante sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario