la actitud y clarividencia de Castella resaltó todavía más como dueño y señor de la tarde, prestidigitador de unas embestidas que siempre tuvieron algo más. A destacar la suavidad y naturalidad con la que el francés lo hizo todo.
Y al final Castella iba por la puerta grande. La tarde de toros que había ofrecido bien lo merecía.
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