11 octubre 2015

jesús chover y cristian climent abren la puerta grande en el puig

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El mini ciclo improvisado de El Puig se cerró con triunfo. Menos mal. El personal también acompañó con media plaza. El invento al final salvó los muebles, pero deja al aire lo que ha sido una pésima gestión de la anterior Diputación en lo referente al tema toro. La empresa Simón Casas Productions no es que pusiera mucho énfasis tampoco. Mientras permitían cargarse las fechas de mayo y octubre en el coso de la calle Xàtiva, se puntuba el montaje de dos novilladas en la provincia de València. Esas dos novilladas han sido las de El Puig, que pese a programarse para cumplir más con la administración que con la afición, han ofrecido un interesante balance en lo meramente taurino. En lo otro diría que no, pero como aquí hay tantos misterios y las cadenas de favores son infinitas, pues vete a saber. Toca ser serios. Perder dos fechas emblemáticas en la plaza de toros de València y reducir su temporada a cambio invertir en montajes que no tienen visos de agarrarse a ningún futuro es una chapuza de las grandes. El invierno taurino valenciano que empieza ya mismo lleva sus deberes. La nueva Diputación de València y la empresa deberan trabajar, y a ser posible atendiendo a la afición que tenga cosas que aportar.

El caso es que en la última novillada de El Puig salió una de Alcurrucén pidiendo papeles. Muy plural en sus exigencias y regalando más bien poco. Hubo triunfo y felicidad, pero con sonrisas forzadas. Jesús Chover y Cristian Climent salieron a hombros.

Jesús Chover dejó constancia de su madurez. Pese a que en casa no le han dado demasiadas oportunidades --ya iba para tres años sin ver un pitón por València y alrededores--, demostró haberse curtido en interprete de un toreo que desde la firmeza quiere y puede apoderarse de las embestidas. Pero no sólo eso, su capote tiene temple y personalidad. Ahí quedan, por ejemplo, una chicuelina y una larga a ralentí en el quite al tercero de la tarde. Tenía mucho que decir y por eso se fue a porta gayola a recibir al primero, que directamente bajaba del camión al ruedo.

Doctor ya salió avisando que los alcurrucenes no iban a poner nada fácil. Encastada novillada de presencia desigual, pero tirando por arriba. No hubo larga ni reunión. El novillo se le paró y le echó un regate como para descomponer a cualquiera. Con piernas y pulmones solventó aquello para luego estirarse por verónicas con facilididad. Con carbón las embestidas. Muy atalonado Chover. Capacidad para gobernar a Doctor. Sobre tambas manos le dio sentido a la faena. Con la espada emborronó una sólida labor y se conformó con una ovación.

En los dos primeros toros Chover y Climent compartieron tercios de banderillas con escasa fortuna. Con el sello de la factoria Soro, trataron de aportar novedad, pero los alcurrucenes tienen otro sello y en banderillas ponen las cosas complicadas y al final no hubo limpieza.

Jesús Chover le arrancó las orejas al cuarto. Un alcurrucén moruchero. De hechuras destartaladas. Grandón, largo, de arreón va, arreón viene. En el capote se frenó, descabalgó al piquero de puro manso y en banderillas, siempre en la querencia, se puso imposible. Chover tiró de valor cuando lo suyo era dejar banderillear a su cuadrilla. De dentro hacia afuera solventó el primer par con muchas apreturas y ya no se escapó del segundo. Fea la cogida, por la ingle, quedando suspendido en el pitón, la paliza en el suelo tremenda: en los riñones, en el cogote, en todas partes. Su cuerpo debe ser un tremendo moratón.

De embestida morucha. Por el derecho tragó lo indecible. Lo cosió por ahí y consiguió desplazarlo. Hacer el toreo, vamos. Por el izquierdo, el toro tras la mata, tiraba a dar. Atacó Chover con todo lo que llevaba encima y apostó a ganar. Ese fue el mérito. Estocada en lo alto tras pinchazo. Y dos orejas a la pura entrega.

Incierto el segundo de Alcurrucén desde su misma salida. Por el derechó rebañaba, se acostaba y no ponía las cosas fáciles. A eso, sumar su caracter abanto, escasa fijeza y embestida a oleadas. No le quedó a Climent otra que cimentar su faena al natural y andar muy atento a no darle coba por el derecho, pues siempre se quedaba por debajo. Por esa mano no hubo entendimiento y al entrar a matar no encontró facilidades.

La novillada de Alcurrucén muy suelta en los primeros tercios dejó a las cuadrillas en entredicho. Lo que se suponía tarde agradable no lo fue ni para los de planta. Se salvó, seguro, Raúl Martí. El colorado quinto se emplazó nada más salir y allá que se fue Raúl Martí a paralo de capa y romperlo adelante. Certeros y templados sus capotazos. Cara arriba en el peto, fue en el último tercio cuando este alcurrucén sacó mejor nota por temple, humillación y ese tranco de más tan de Núñez.

Ahí brilló Cristian Climent con frescura. Muy ligado el toreo. La mano enterrada, el compas abierto y la cintura ampliando el trazo de cada muletazo. Sonreía Climent ante los suyos. Tuvo el alcurrucén una primer tramo de faena en el que embistió con emoción y el novillero de El Puig dio excelente respuesta. Más apagada la embestida, llegó el arrimón y el toreo en círculos. Con la espada Climent de nuevo estuvo certero. Muy delantera la estocada, pero de efectos fulminante. Dos y rabo para cerrar el doblete de Climent en casa con seis orejas y dos rabos en total. Profeta en su pueblo.

Juan Antonio Navas, que debutó con picadores hace 15 días en Algemesí, tiene un problema con la espada. Es zurdo y en Algemesí fue donde se estrenó entrando con la mano izquierda. Allí le fue de cine, pero en El Puig no ha funcionado igual y se han demostrado unas carencias que debería haber corregido la Escuela Taurina de València.

Juan Antonio Navas intenta hacer el toreo despacio y darle apariencia de facilidad. A veces tan excesiva que parece que aquello no vaya con él. Hay que ponerle más garra. Lo que sí tiene es el sentido de la medida. Sus dos faenas las cortó cuando ya no había más. Con el tercero, de nombre Secretario, compuso muy bien con la izquierda, dejándola rastrera y tirando de ella con buena apostura. Algo al hilo, pero con temple y encajado de riñones. Por el derecho era más bruto, pero fue al natural donde se entregó de verdad. En un amago de ir a por la espada alguien le dijo que un poco más. Pero Navas tenía razón. La faena estaba hecha. Con la espada, una sainete.

Algo parecido ocurrió con el sexto. Un novillo avacado y muy cuesta arriba, que pronto bajó dos palmos al tomar le capote por abajo. Muy fácil ya de inicio. Una serie en redondo muy abandonada, incluso dándole poca importancia a un novillo que no estaba definido. Le falta músculo al buen concepto de este Navas de Massanassa. Vender aquello, buscar un toreo más de contacto y, sobre todo, tratar de comunicar sensaciones, porque en definitiva en eso consiste el toreo. El novillo tuvo un puñado de muletazos hasta que se rajó de forma irremediable buscando chiqueros. Navas, tras ese feo a una faena de no agresión, se fue a por la espada. Entró con la zurda. Y qué pasa: pues que por ahí los bajonazos son en realidad estocadas contrarias y que ahí no hay muerte y que no tiene hecha la suerte y que el alcurrucén volvió a crecer y a levantar la gaita que traía de salida  y que con el descabello está igual de verde.


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