La confección de la Feria de Fallas, allá por diciembre, estuvo detenida como dos o tres semanas por la corrida de Núñez del Cuvillo, de la que hoy se ocupa esta crónica. Se atascaron las negociaciones y demás justo ahí, justo aquí: en la corrida grande del día de la cremà y de Sant Josep, que por momentos ha sido una tostada de considerables dimensiones a merced de una corrida de Cuvillo que deja en evidencia aquellos tejes y manejes de los despachos. Una tostada a remojo de Cuvillos tristes, como para premiar y bendecir a los que la soportaron. Qué tragaderas la de los 8.000 y pico con paragüas y chubaqueros. Ah, y si nos dicen que volvamos a salir a manifestarnos, como el pasado 13M, mañana mismo lo hacemos. Precisamente porque sabemos que el toro bravo que nos une es otra cosa, y no la cuvillada de marras por la que se alargaron negociaciones y se intercambiaron cromos y favores. Total, para nada.
La corrida fue un problema en la negociación, fue un problema en los
reconocimientos en corrales y lo ha sido, evidentemente, en el ruedo.
Ausente el trapío, se ausentaron las fuerzas y la casta. Pura
entelequia. El toro quedó como un cero a la izquierda desde el primer
momento y las excusas para la alegría, a la altura de la pantomima.
Se devolvieron a corrales primero y tercero, y pudieron ser más. Los tercios de varas fueron simulacros, refilonazos y picotazos. El poder, tan escaso, las manos tan blanditas y la raza desaparecida, que no hubo toro por ningún lado. Sólo el tercero bis, el tal ‘Pocarropa’, castaño y con más apariencia de toro, le duró media faena a David Mora, que ofreció excelentes estampas de torero clásico hasta que el bicho le cantó gallina.
Antes, a David Mora dio gusto verlo con el colorado ‘Dudosito’ antes que la fuerzas le fallasen totalmente. El recibo por verónicas y dos naturales con la capa para enmarcar. A ‘Pocarropa’ lo paró con gusto. Y mejor aún fue el inicio, doblándose. Imprimiendo mando y abriendo los caminos. Hechuras y formas de torero clásico. Planea la embestida. Mora muy por delante torea con gusto y empaque. Liga y manda. En los remates, esa ventana de mansedumbre. La mano abajo sujeta porque se va rebrincado. Dos de pecho sin enmendar. Todo eso en el tercio. El error es irse a los medios. Ahí se agota. Lo vuelve a cerrar pero la falta de raza se ha impuesto. Buena estocada. Y vuelta tras petición de un premio que mereció.
El jabonero e impresentable sexto, desrazado a más no poder, se movió sin entrega. A Mora le exigió un sitio que todavía no tiene ganado y ya ni valía la pena el esfuerzo.
Enrique Ponce volvió a fallar en su elección. La que parecía la perita en dulce del ciclo, esa corrida de Cuvillo en València, y más por los éxitos obtenidos aquí por los toros del Grullo la temporada pasada –dos toros de vuelta al ruedo en 2015–, fue un simulacro. Faena de arte y ensayo la de su primero, el sobrero de nombre ‘Jarandero’. Todo en el límite. Ponce muy despacio y templado. Sin emoción. Un ensayo ante más de tres cuartos de aforo.
Con el cuarto algo hubo de más. Lección de limpieza. Faena que se alargó hasta el aviso. Ponce en el sitio. El pulso y el temple. No es nunca fácil torear así de despacio ni inventarse el enemigo, pero el toreo se inventó para otra cosa. Pinchazo bajo sin soltar y estocada. Y una orejita.
Sebastián Castella no tuvo opción con el inválido segundo. La faena, por suerte, no la alargó aparentando lo que no era. Con el jabonero que hizo quinto, que se llevó un discreto quite por talaveranas de David Mora, el arrimón en los medios y la banda interpretando el pasadoble ‘Concha flamenca’ entretuvieron algo más. Cualquier excusa era buena para dar sentido a una tarde del día de la ‘cremà’ pasada por agua. Como la casta de los Cuvillos tristes que se arrastraron.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de València, 19 de marzo de 2016. Undécima de la Feria de Fallas. Toros de Núñez del Cuvillo impresentables, descastados e inválidos, primero y tercero lidiados como sobreros. Enrique Ponce (ovación y oreja tras aviso), Sebastián Castella (ovación, palmas) y David Mora (vuelta al ruedo y silencio). Algo más de tres cuarto (sobre los 8.500 espectadores).
Se devolvieron a corrales primero y tercero, y pudieron ser más. Los tercios de varas fueron simulacros, refilonazos y picotazos. El poder, tan escaso, las manos tan blanditas y la raza desaparecida, que no hubo toro por ningún lado. Sólo el tercero bis, el tal ‘Pocarropa’, castaño y con más apariencia de toro, le duró media faena a David Mora, que ofreció excelentes estampas de torero clásico hasta que el bicho le cantó gallina.
Antes, a David Mora dio gusto verlo con el colorado ‘Dudosito’ antes que la fuerzas le fallasen totalmente. El recibo por verónicas y dos naturales con la capa para enmarcar. A ‘Pocarropa’ lo paró con gusto. Y mejor aún fue el inicio, doblándose. Imprimiendo mando y abriendo los caminos. Hechuras y formas de torero clásico. Planea la embestida. Mora muy por delante torea con gusto y empaque. Liga y manda. En los remates, esa ventana de mansedumbre. La mano abajo sujeta porque se va rebrincado. Dos de pecho sin enmendar. Todo eso en el tercio. El error es irse a los medios. Ahí se agota. Lo vuelve a cerrar pero la falta de raza se ha impuesto. Buena estocada. Y vuelta tras petición de un premio que mereció.
El jabonero e impresentable sexto, desrazado a más no poder, se movió sin entrega. A Mora le exigió un sitio que todavía no tiene ganado y ya ni valía la pena el esfuerzo.
Enrique Ponce volvió a fallar en su elección. La que parecía la perita en dulce del ciclo, esa corrida de Cuvillo en València, y más por los éxitos obtenidos aquí por los toros del Grullo la temporada pasada –dos toros de vuelta al ruedo en 2015–, fue un simulacro. Faena de arte y ensayo la de su primero, el sobrero de nombre ‘Jarandero’. Todo en el límite. Ponce muy despacio y templado. Sin emoción. Un ensayo ante más de tres cuartos de aforo.
Con el cuarto algo hubo de más. Lección de limpieza. Faena que se alargó hasta el aviso. Ponce en el sitio. El pulso y el temple. No es nunca fácil torear así de despacio ni inventarse el enemigo, pero el toreo se inventó para otra cosa. Pinchazo bajo sin soltar y estocada. Y una orejita.
Sebastián Castella no tuvo opción con el inválido segundo. La faena, por suerte, no la alargó aparentando lo que no era. Con el jabonero que hizo quinto, que se llevó un discreto quite por talaveranas de David Mora, el arrimón en los medios y la banda interpretando el pasadoble ‘Concha flamenca’ entretuvieron algo más. Cualquier excusa era buena para dar sentido a una tarde del día de la ‘cremà’ pasada por agua. Como la casta de los Cuvillos tristes que se arrastraron.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de València, 19 de marzo de 2016. Undécima de la Feria de Fallas. Toros de Núñez del Cuvillo impresentables, descastados e inválidos, primero y tercero lidiados como sobreros. Enrique Ponce (ovación y oreja tras aviso), Sebastián Castella (ovación, palmas) y David Mora (vuelta al ruedo y silencio). Algo más de tres cuarto (sobre los 8.500 espectadores).
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