El día antes, al salir de la plaza de toros de València, El Soro no tenía más que comentarme que llevaba dos días en shock pensando en lo de El Pana. Terrible. Así es el toreo a veces. De crudo y de caro. Con esas nos fuimos a Bocairent a pasar una tarde... ¿Amable? Espera. Una corrida de Soto de la Fuente que de agradable no tuvo nada. Cuando no la falta de raza y de fuerzas, o unas caras abiertas y hechuras a la contra o las ideas o las pocas embestidas a destacar. Encima, aparatosa por demás para Bocairent la corrida. Ya ves. Tres discretos y la segunda mitad cornalona y abierta de caras, más propias para embolarlos en las calles. La literatura era un mexicano y dos valencianos. Un mexicano que es figura en su tierra y que viene a Europa a tragar paquete. Un valenciano, Alberto Gómez, que es ilusión por abrirse un hueco. Y el otro valenciano, Román, de hambre voraz y valor a flor de piel. El primero y el tercero tienen cita por San Isidro. El Payo pasó la tarde a ralentí. Mira que el ruedo de Bocairent es escaso, pues El Payo ya ahí perdió como seis metros respecto a sus compañeros de cartel. Quien ganó el paseíllo, por cierto, fue Alberto Gómez. De El Payo, el apretón por verónicas en el saludo a su primero pegadísmo a tablas. Un animal inválido y desrazado. Las vueltas se las tuvo que buscar al cornalón --amplia mazorca-- y acapachado cuarto. Parecía más bien de Samuel. Le pulseó en las cercanías y le cortó una oreja tras cobrar la mejor estocada de la tarde tras pinchazo. Alberto Gómez traía muchas cosas en la cabeza. Las cordobinas de recibo a su primero. De tantas ganas llegó un volteretón al intentar el quite por chicuelo a compás abierto. La tarde avisaba. De agradable poca. Y menos mal que el cielo dio tregua y las nubes se contuvieron. Un cambiado. Muletazos relajados. La falta de raza lleva el diálogo a las tablas. Gómez se mostró actualizado con cambiados, arrucinas y demás. Bien a espadas. Oreja. Y otra se llevó Román. Su recibo fue el mejor toreo de capa de la tarde. Ganó terreno y gobernó a pies juntos. Fue la mejor lidia y, así, el toro que mejor y más enteró llegó al último tercio. Además, sumó un quite por tafalleras. Román, muy seguro. Vivo y profundo el toreo. Abrió caminos y construyó la faena más maciza, que remató con un arrimón auténtico. El quinto repuso de falta de raza y Alberto Gómez le buscó el acople dejándose llegar muy cerca los pitones. El acero emborronó todo y lo dejó sin trofeo. Y el sexto, que de tan abierto de cara que era casi no cabía en las telas. Ya de salida marcó tendencia a meterse por dentro. Midió y exigió. Al tercer muletazo ligado se quedaba debajo. Costaba abrirlo. Inicio fuerte. Román en los medios para torear en redondo. Al tercer muletazo, la tarascada. Le tragó sobrado de valor y se salvó de dos volteretas que le abrieron la taleguilla por delante y por detrás. Las manoletinas finales sobraron. Mejor hubiera sido unos doblones para decir aquí estoy yo. La espada se atragantó y sonaron dos avisos. Lo peor de todo es que en el bello coso de Bocairent, excavado en la roca y el más antiguo de la Comunitat Valenciana, apenas sumábamos 1.000 personas.
1 comentario:
El cartel no es para ir más de 1000 personas.
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