No he tenido más remedio que sustituir la hora de la siesta por las faenas de Pepe Moral en video. Será pura tontería, pero uno no quiere quedarse atrás esto. La impresión primera en estos días de maratón que llevamos es que Madrid, definitivamente, ya no es y sigue la misma tendencia que cualquier otra plaza triunfalista, con un inconveniente y es que tiene muy claros sus favoritismos y más todavía sus fobias. Lo vimos con el duro y encastado encierro de José Escolar o aquella oreja a Valverde.
No hay patrón ni coherencia. Y llega San Isidro con un cartel -una bonita y pareja corrida del Cuvillo para los artistas Morante y Díaz, y uno, El Capea, que nadie se explica qué hace ahí si no es por el proclamado cariño y amistad que tiene el empresario con el propio matador- venido a menos -lo que ha engordado Talavante en dos meses- del que puede salir escaldado hasta el santo. Lo veré ya con el pijama puesto y zapeando entre House y Los Serrano.
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