Las elecciones francesas a la presidencia de la República me gustan. Me gustan porque los candidatos favoritos, los dos que quedan en la segunda ronda me parecen, así los valoro, como sobradamente dignos. Resulten de izquierdas o derechas. Como no estoy en la circunstancia de pasar por la urna no me implico, y de fuera veo a (Nicolás) Sarkozy, veo a Segolene (Royal), los imagino, dignos, al frente de una nación (Nación) de todos.
Sé que esto no me pasaría (no me pasa) aquí, en España -y sí, soy de esos a quienes les cuesta escribir de manera nacionalmente Nacionalista-, donde todavía el interés de todos no se entiende, es decir, que se malentiende buscando el enfrentamiento, aprovechando cualquier excusa. Sea De Juana, la Pantoja, CNMV, o la salidas irresponsables de un ex-presidente como José María Aznar -voy a evitar los enlaces por manidos.
Pero la verdad es que todo esto ha venido de paso. De paso a la noticia de la anulación de listas. Un dolor de cabeza, que al parecer afectaba a una inmesa masa y la indignaba. Se resolvió, para bien -mientras no les busquen tres pies al gato, que todo llegará-, y aquella cortina de humo que decían era lo de la Pantoja se escurrirá. Veremos: tal vez, con el vino o con las campañas de la DGT encuentren otro filón. Flaquear, estoy seguro, flaquerán todos. Es decir, harán un poco más el ridículo, la pre y la campaña electoral es lo que tiene: que todos se vuelven un poco más bobos.
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