26 agosto 2007

desde bilbao: ¡gora el cid!

¡Gora El Cid! Y Victorino, y también Bilbao. Porque por fin la tarde, la feria, el toreo y la bravura rompieron auténticos. De verdad. La gesta había quedado ahí, realizada de manera descarada, valiente y torera. No sé si Victorino y Manuel Jesús “El Cid” estarían conchabados para la ocasión, pero el plan les ha salido perfecto, y ya queda ahí para la historia.

Se entienden a la perfección, uno de Victorino en las manos del de Salteras es otro cantar, por eso la apuesta de uno y otro fue recibida por el público que casi llenaba Vista Alegre con una cerrada ovación a El Cid. La corrida fue de nota, brava y con casta, sólo le faltó ese gran toro que esta ganadería echa de vez en cuando. El conjunto, en el tipo, el trapío de la casa, las miradas despiertas, las pezuñas duras, fue de una enorme fijeza, humilló de salidad, cumplió en el caballo, lo que quiere decir que ninguno renunció, y planteó los problemas de la casta. Recortaron en banderillas y exigieron mando y exactitud en el temple.

Con todo, El Cid, totalmente entregado, cuajó una tarde pletórica. Valor e inteligencia al servicio del toreo. La diferencia, que muy pocos llegan hasta donde El Cid a eso de las 20:30 del 25 de agosto de 2007 en Bilbao tras matar seis de Victorino Martín en poco más de dos horas. Faltó un acero más certero para haber hecho redonda la tarde.

La lección empezó a leerse en el primero de la tarde que ya de salida hundía el hocico en la arena y fue fijo en el caballo. Desde el primer lance El Cid toreó para el toro. Quedaba entonces un mundo por delante, y el albaserrada embestía al ralentí. Le faltó chispa, que no calidad, al toro, mientras que El Cid arrancó los primeros “bien” roncos con su zurda, que a la postre sería el verdadero hilo conductor de la tarde. Lo mató a éste de media tras aviso, siendo aplaudido.

El segundo también embistió demasiado despacio y tuvo la bisagra del cuello demasiado ágil. Apostó ya El Cid, extrayendo cada natural de uno en uno. El público se lo reconoció mediada la faena. Mató de dos pinchazos y descabello.

A la tarde le faltaba la transmisión del toro, porque hasta el momento todo sucedía como al ralentí. El tercero, suelto, salió rematando en los bajos de cada burladero y El Cid se fue a pararlo a los medios, andando hacia atrás, bajando el capote, el hocico haciendo surcos. Se dejó en varas, de la segunda se salió y cortó en banderillas. La muleta de Manuel Jesús alargó el muletazo. Parar, templar, mandar y rematar, el toreo explicado en faena de poder. La que rompió a tocar a la banda porque la importancia del momento lo requería. Por fin la espada era enterrada en el primer encuentro y en toda su dimensión, aunque algo trasera. Caía la primera oreja.

El cuarto planteó problemas, los de la casta se entiende, era de los que sabía que se dejaba algo detrás. Se llamaba Embolado, largo y vareado, y aunque humillaba, vicio y virtud, se quedaba en los bajos y no permitió el mínimo descuido. Alcalareño triunfó en dos soberbios pares de banderillas. Tobillero, El Cid hizo, de nuevo, gala de valor e inteligencia, y acabó por apoderarse. Faena intensa y de gran ajuste. Al natural, tras una de las mejores series de la tarde, por el trazo largo del muletazo, su profundidad y reunión, al quedarse colocado para el forzado de pecho, Embolado se lo echó a los lomos. Volvió presto a la cara para retomar el pulso de la faena, pudiendo y emocionado. Se volcó con la espada y un golpe con una banderilla apunto estuvo de dejarlo k.o. Caía por su propio peso la segunda oreja de la tarde.

El quinto, Veranero de nombre, cárdeno claro, recibió una ovación al hacerse presente. De mirada vivaz, desarrollo su casta por la mejor senda, la que le fue imponiendo El Cid, que ya con el capote consiguió estirarse a la verónica. En el caballo le anotamos que hasta el momento fue el de peor estilo y en el quite se ciñó demasiado. La malueta de El Cid consiguió el toreo largo y profundo. Temple, colocación y buen gusto, aguantando la mirada entre pase y pase. Era otra faena de enorme mando y poder, pero la guinda esta estuvo en los remates, largos de pecho, y la calidad y temple del conjunto. Pese al pinchazo, la estocada al segundo encuentro desató el triunfo.

Matías asomó a la vez los dos pañuelos, por fin la puerta grande de Vista Alegre se abría. El torero caía rendido en el estribo tras el éxito y la ovación le acompañó en todo momento. Luego, la plaza entera se dirigió al palco a Matías; luego la ovación encontró a Victorino y lo hizo saludar. La gesta la tarde se apuntaba en ese momento a la historia, por emoción, casta y, sobre todo, toreo puro.

Pero todavía quedaba uno, el sexto, que sería el más reticencias mostró para embestir. Agarrado al piso, que suelen decir y queda la mar de fino. A la primera vara se arrancó y se quiso lucir en la segunda, pero el toro no estaba por la labor. Tardeó en banderillas y en el último tercio El Cid tuvo que esperarle mucho, comprometerse con el triunfo en el esportón. Media el toro, le retaba el torero, llegándole. Se arrancaba, encontraba por delante la tela roja, ligaba el toreo y el de pecho salía forzado, quitándose a la fiera de encima con torería. La emoción había atrapado una vez más a los tendidos, pero un pichazo y un descabello, no permitieron ampliar el marcador de despojos.

Por encima, la sensación de haber prensenciado una de esas tardes de toros soñadas, en las que casta, valor, bravura e inteligencia se encuentran en una plaza del toros. Así sucedió con la corrida de Victorino y El Cid, que dio un lección al alcance de muy pocos. Por eso, ¡gora El Cid!

* * *
AQUÍ LOS VIDEOS DE LA TARDE!!

3 comentarios:

Pablo García-Mancha dijo...

Hola Andrés, qué pena no haber coincidido y conocernos en el Bocho. Yo te he ido leyendo todos los días y he sacado mis conclusiones, pero me ha faltado cintura para haberte dado un telefonazo. Eso sí, llegué a la corrida y cuando acabó volví raudo para La Rioja. Coincido en casi todo con tu apreciación de la tarde de El Cid. Fíjate, cuando escarbas en cada uno de los victorinos también suscribo casi todo lo que dices, y por eso mismo estoy tan decepcionado con la corrida. Es obvio, son victorinos y son toros, dificultosos, inciertos, cortos de embestida –me parece todavía increíble cómo fue capaz El Cid de alargar algún muletazo–, pero había que ganarles la voluntad y cuando se veían podidos, protestaban. El primero, que tuvo enorme calidad, si llega a ser de Juan Pedro le pitamos todos. Pero era del Paleto y ya se sabe. Personalmente disfruté con El Cid porque estuvo por encima de todos, muy por encima y eran seis. Eso es lo preocupante para Victorino. Llega a salir esta corrida con los mediocres habituales que la suelen despenar y hubiera sido un bostezo. Un saludo fuerte y como tu dices: ¡Gora El Cid!

Unknown dijo...

A la próxima. Parece que olemos los acotecimientos.

Por su parte, la corrida y la tarde de El Cid, tienen mucho que cortar. Para bien, siempre para bien.

un saludo.

V. Sánchez López dijo...

¡VIVA LA FIESTA!