06 marzo 2008

candidato rajoy


En menos de 48 horas Mariano Rajoy se despertará y no sé si sentirá la presión de varios miles de mentes en pleno proceso de reflexión. Debe ser una sensación mucho peor que la vivida en las horas previas a los debates cara a cara que ha mantenido con su rival político.

De Mariano Rajoy, llegados a este preciso momento, he de decir que me causa lástima. Por la herencia que le dejaron los suyos, un espíritu que no dejado de enarbolar el energúmeno de las ondas, Ferderico Jiménez Losantos, y que los Acebes, Zaplana y Pujalte han tratado de mantener en boga.

La mirada de Mariano Rajoy, sin duda está exenta de maldad. También su tono de voz. Y seguro que es una persona eficiente y trabajadora, y un buen y conservador marido y padre de familia.

Pero a Rajoy han tratado de enseñarle a sacar los colmillos como modo de hacer política, pero no los tiene. La calma que transmite su persona no va con los cuatro años en los que ha encabezado al principal partido de la oposición. Tampoco su carácter.

Y ha visto conforme ha ido acercándose el 9 de marzo los bailes tras de sí en su partido y ha sentido algún que otro empujón que le quería abocar al precipicio. Y tras la presión y ya que al menos le quedaba a él la última decisión, ha tratado de contentar a unos, a otros y a los del micrófono. Tal vez por eso, Gallardón no es su número dos, Aguirre todavía sueña con ser la próxima candidata y Pizarro se ha utilizado equivocadamente como un gancho electoral que ni luce ya en las portadas de las vísperas en las que se vuelve a recurrir a la vieja gloria Rato.

Conforme avanzaba la campaña más larga de la historia ha hecho como que metía a los sabuesos en la jaula, y ha dado a conocer a su "niña". Ha tratado de acercarse a la sociedad con toda la buena intención cuando está a punto de tocarle la campana tratado de hacer una campaña doméstica, pero otra vez el pasado ha vuelto a pasarle factura con la herencia que le dejó su partido y no ha tenido otra que abrirle las puertas de su casa a la prensa no afín que lo ha frito a preguntas tan ciertas como incómodas:

P. El precio de la vivienda. Durante el Gobierno del PP, hubo un incremento acumulado del 112%, una media del 10% anual. ¿Sí o no?
R. Es que yo no lo recuerdo. Lo que es evidente es que el incremento fue alto.

Los cuatro años de agitación y crispación ha visto que han tenido un resultado nulo en lo que a encuestas se refiere, que nada ha cambiado y que la diferencia sigue siendo la misma. Sin embargo, le debe quedar una esperanza de cara al 9 de marzo y por eso las reflexiones del próximo sábado le perturbarán en la calma de su hogar. Tal vez sepa que su bonhomía es inversamente proporcional al reto que le dejó entremanos Aznar, pero que es la misma que le va permitir exprimir su último aliento en la consecución de lo que probablemente nunca ha sido su sueño: la presidencia del Gobierno.

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