07 marzo 2008

candidato zapatero


En menos de 24 horas José Luis Rodríguez Zapatero se despertará y no sé si sentirá la presión de varios miles de mentes en pleno proceso de reflexión. Debe ser una sensación mucho peor que la vivida en las previas a los debates cara a cara que ha mantenido con su rival político.

De José Luis Rodríguez Zapatero, llegado a este preciso momento, he de decir que me transmite confianza. Porque cuatro años después de alcanzar la presidencia del Gobierno tras el mayor atentado terrorista, ha bregado con unos y otros en la que ha sido probablemente la legislatura más crispada y ha demostrado que había otra forma posible de hacer las cosas.

La mirada de Zapatero, sin duda está exenta de maldad. También su tono de voz, acostumbrado al diálogo. Siendo prácticamente un desconocido, ha demostrado una enorme capacidad de aprendizaje y tener buen ojo para elegir a los que han sido sus compañeros de viaje.

Ha hecho gala de su talante por activa y por pasiva y la vena del cuello pocas veces se le ha hinchado. La última que recuerde, cuando su rival del próximo 9 de marzo le dijo que había “traicionado a las víctimas”; la vez que más, aunque supongo que fue por tragar demasiada saliva, cuando ETA mató en la T4.

Pese a todo, llega al 9 de marzo gozando del respeto de sus filas tras haber cumplido cuatro años de gobierno nada fáciles. Muchos empujones al mismo abismo han sido los recibidos desde una oposición que optó por la negación absoluta a cada uno de sus movimientos y otros, aunque no tantos, de aquellos en los que tuvo buscar apoyos para sacar adelante cada proyecto, los partidos nacionalistas que aunque siempre trataron sacar tajada de cada acuerdo, nunca dejó de respetarles. Un respeto que debía hacer compresible al resto de la sociedad y eso era un auténtico reto que se ha cumplido muy a medias.

De haber bailado con la más guapa, es posible que otro gallo le hubiese cantado, para su bien o su mal, pero es que no ha tenido otra que andar entre las fieras y aún así se permitió la licencia de soñar cuando tuvo la oportunidad, llegando a estar más cerca que nunca, o eso dicen algunos analistas, de lograr el fin del terrorismo. Es decir, de lograr la paz. Pero se quedó prácticamente solo y tuvo que tragar carros, carretas y las más incómodas y multitudinarias manifestaciones.

No era el primero que lo intentaba, tal vez sí el más censurado en su aventura. Pero si no hubiera sido por la negociación, los palos le habría llegado igual por una inventar una nueva asignatura, por legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, por soñar otra vez con una utópica alianza de civilizaciones o por estar ahí justo cuando la economía ha empezado a dibujar un ciclo crítico y ya nadie se acuerda de aquello que un día llamaron globalización.

Pero por el momento parece no haberse aburrido en el intento y presenta nuevas propuestas tras cuatro años de agitación y crispación en los que, dicen los suyos, ha provocado algún orgasmo, y tal vez por eso otros ya le tienden la mano, otra vez con toda la buena intención de sacar tajada porque así son las reglas de la polítca. Sabe que las encuestas en estos cuatro años apenas han variado las diferencias y que lleva una pírrica ventaja, que no sabe si será suficiente. Tiene la esperanza de cara al 9 de marzo, pero las reflexiones del próximo sábado le perturbarán en la calma de su hogar. Tal vez sabe ya que su talante funciona ante situaciones como la que se le puede volver a presentar, pero esta vez con la diferencia de que ya no será nuevo en lo que tal vez ni se le pasaba por la cabeza hace cuatro años, cinco o seis años: la presidencia del Gobierno.

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