Al final fue una suerte a medias, porque mejor habría sido que toda la corrida de Garcigrande se rechazase y que los seis lidiados hubiesen sido de Peñajara. Enfermos, inválidos y descastados los del hierro titular, los tres remiendos (cuarto, quinto sexto) marcaron la diferencia: tuvieron casta, fuerzas, nobleza unos y otros picante.
Cuarto y quinto pelearon fijos en el peto en dos varas y el sexto, en cambio, se salió suelto de la segunda. Pero los tres se prestaron al lucimiento con sus problemas. Una pena que a Julio Aparicio le fallase el motor en el momento de apostar ante un buen toro. A El Juli no le echaron cuentas en una faena bien pensada y no fácil. Algo tan simple como un brindis al público, a lo mejor, habría despejado un poco el camino.
Castella vio la luz, se quedó quieto y derrochó temple, pero es una pena que este torero tenga por obligación la maniática costumbre de los circulares en el epílogo de sus faenas. Parece que sin ellos no se sienta capaz de poner una plaza del revés. Y así acabó, con arrimón y circular, pasándose de faena, escuchando un aviso y pinchando un triunfo.
Imagen Juan Pelegrín para las-ventas.com.
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