10 octubre 2008

la vergüenza de la tragedia


El pasado sábado, durante la lidia del tercer novillo que correspondía a Pascual Javier, me quedé mirando a Pedro Marín y a Juan Francisco Prados, que estaban colocados como corresponde a la izquierda del caballo durante el tercio de varas, e imagine una conversación entre ellos. Una conversación de esas que devuelve a cualquiera a una realidad alejada del brillo de las lentejuelas del traje de luces y todo eso, lejos de las voces de los palmeros que al final lo único que hacen es echarte a los leones.

Luego de aquello, ya con el cuarto en el ruedo, Marín sería engullido por la tragedia de la fiesta con una cornada como hacía tiempo que se veía en Valencia. Y le llegaba cuando había decidido que no iba a arriesgar más, que ya había sido avisado tres o cuatro veces y se habia visto superado por el novillo. Ya había decido irse a por la espada y fue yéndose como le llegó la tremenda cornada.

Venían entonces las preguntas y las dudas. ¿Quién trataba de engañar a quién y hacer creer a tres chavales que estaban en la final del concurso 'Camino a Matador de Toros'? Cómo novilleros, con escaso oficio y preparación venían a Valencia a vérselas con una novillada seria, encastada y tan complicada. Porque no llegaron más cornadas porque mira y a Marín el cornadón se lo arreglaron la mar de bien.

¿Perera? ¿José Tomás? Estos son capaces y tienen valor contrastado y sus cornadas para muchos son hasta ejemplares. Pero la de Pedro Marín el otro día en Valencia lo que hace es descubrir el drama innecesario y las vergüenzas del sistema.

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