Para pena del buen toreo, El Cid no está. No es el torero poderoso y seguro de sí mismo que tantas veces puso Las Ventas del revés. Lo intenta, quiere, pero no le sale. Se queda en el esbozo y le falta la seguridad o ese pellizco más de valor con el que llegó adonde está por un camino nada fácil. El bravo Aguafría de Núñez del Cuvillo le hizo la radiografía.
No era fácil, porque nadie dijo que un toro bravo fuese fácil, pero Agufría tampoco resultó imposible. Pronto y con celo, sin la entrega suficiente como para estar agusto, con ese tranco de menos del toro con genio y ese punto pegajoso del que quiere muleta. El Cid hizo hasta donde pudo, pero sin sometimiento ni mando y siendo demasiadas veces sorprendido. No lo vio claro y llegó un momento, cuando parecía que sí, que perdió el pulso que tantas veces ganó. Le queda en la feria la de Victorino Martín.
La corrida de Núñez del Cuvillo fue tan bonita como justa de poder. Noble y sin un mal gesto. Aguafría logró la nota más alta. El jabonero tuvo fijeza, se empleó bien en el caballo y puso emoción en su embestida. Le faltó humillar, pero es que tampoco se le obligó de verdad. Era toro para hacer algo importante, para conjugar el parar, templar, mandar y rematar.
El poder de Aguafría y la clase de embestida del sexto hubiesen rematado el núñezdelcuvillo perfecto si queremos montarnos vanas ilusiones en la imaginación. Pero como de eso no hubo diremos que a la corrida le faltó eso que decían los clásicos: casta, poder y pies. A la nobleza le faltó emoción y le sobró borreguez.
A estas alturas está más que claro que la borreguez a dos toreros poderosos como El Juli y Miguel Ángel Perera no les hace ningún favor y menos en Madrid. Y la vara para medirles esta tarde se llamó Aguafría, un toro que le toco a un Manuel Jesús El Cid que, lamentablemente, no está.
Fotos :: Juan Pelegrín para las-ventas.com
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