Porque el baloncesto fue siempre mi deporte, por ser sólo un año menor que yo y porque salió del Barça, todos los logros de Pau Gasol desde que pisó la NBA no han dejado de sorprenderme aunque sólo se tratase de simples detalles que el chaval en sus pachangas de verano tal vez ni soñaría.
Hasta incluso la vuelta de Michael Jordan lo vi como lujo inmenso para Pau. Porque, quién se lo iba a decir que Jordan volvería a las canchas después de retirarse para jugar con los Wizards y que a ti eso te pillaría en los Grizzlies y te enfrentarías al más grande.
Cosas como su primer All-Star como rookie, ser nombrado novato del año o alcanzar su primera serie de play-off, aquel canastón en la cara de Garnett, su primer título de MVP de la semana y esas cosas apenas sin importancia de las que se va nutriendo la vida de un jugador en la NBA.
Y lograr más cosas como una plata olímpica con su selección e incluso el campeonato del Mundo.
Y llegar a los Lakers, ese gran equipo al que has admirado y por el que han pasado jugadores inmensamente grandes, y ver ahí, al alcance de la mano, el sueño de lograr el anillo. Jugar con uno de los mejores, Bryant. Que te entrene el mítico Phil Jackson, aquel que armó a los Bulls de Jordan, Pippen y compañía.
Y convertirte en campeón de la NBA. Y ganar por fin el Anillo.
Todo eso para un chico de Sant Boi debe ser tremendo.
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