12 enero 2010

el débil argumentario antitaurino

Existe entre la especie antitaurina la idea de que sin (corridas de) toros la sociedad sería mejor. O eso dicen. El estilo es el mismo con el que la derecha actual aglutina la causa de todos los males en la persona de José Luis Rodríguez Zapatero. Así, el antitaurinismo señala como principal culpable de todos los males que azotan a la sociedad actual a la fiesta de los toros, que es como también hace la Santa Madre Iglesia que ve en el condón la imagen del mismísimo demonio. Evidentemente, son tres casos de reduccionismo con la única pretensión de alzarse con la razón así, eliminando todo lo demás, y haciendo creer al resto que como ellos dicen a la sociedad y al mundo les iría mucho mejor.

¿Y el aficionado qué? Nada, sólo quiere que le deje ir a la plaza libremente conforme lo ha venido haciendo hasta ahora, pagando su entrada, para ver la lidia de seis toros que se han seleccionado y criado expresamente para eso. Y que por eso precisamente tienen un nombre, un padre, una madre y toda una historia genealógica detrás escrita en negro sobre blanco y que viene a dar valor a su existencia, a su destino y a su misma muerte por encima de la de cualquier otro animal.

Mientras, el antitaurino sigue ahí encerrado en su argumentario que parte del infantil: tú matas, tú malo, que ha clavado Raúl; y se enroca: quien no piensa, come, vive y siente como yo no merece existir y está totalmente incapacitado para hacer lo que hace; y busca otros argumentos, como el de las subvenciones para que prenda más todavía el fuego del enfrentamiento que sólo agitan desde su bando con webs como ésta en la que la que se citan raquíticas cifras comparadas con lo que la fiesta de los toros aporta en la Comunidad de Madrid (más de 5 millones de euros al año) o Valencia (un millón de euros durante cada uno de los últimos cuatro años), que causan sonrojo si el argumento que se utiliza es, entro algún otro, la inversión que se ha relizado en la plaza de toros de Tarragona, que en los últimos años si hay algo para lo que no se ha utilizado es para celebrar festejos taurinos. Pero claro, decir que eso es una subvención para la fiesta de los toros eriza el carácter de todo aquel que lleva un antitaurino guardado en su interior, lo enfurece y lo empuja irremediablemente a apuntarse en el cualquier web.

Sus plegarias van dirigidas a la abolición de las corridas de toros, y sin quererlo luego de la especie entera, porque ciertamente se la trae al pairo lo que suceda con ella. Lo mismo como si desaparece y las dehesas sufren una plaga ladrillera como que escuchas a quien te niega semejante opción pensando que cualquier bicho con cuernos es capaz de engendrar lo que conocemos como toro de lidia.

Y el toro bravo (o de lidia) ahí, incomprendido en su animalidad por sus supuestos defensores, en eso que podría ser su personalidad, que no es otra cosa que lo que los aficionados llamamos casta y que guarda el tesoro de la bravura; y todo por esa creencia de unos en que existiría con su imposición una sociedad mejor sin corridas de toros y por lo tanto sin toros, toreros ni aficionados.

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