La Feria de Abril se inauguró con una novillada de Juan Antonio Ruiz 'Espartaco' bien presentada, noble y con ese punto de fuerzas y casta como para hacer con 'comodidad' el toreo (moderno). Los novilleros apuntaron maneras y carencias. A Luis Miguel Casares se le fue el buen cuarto, pero no de forma escandalosa . Cristian Escribano pegó un trincherazo en el inicio de su primera faena de auténtico lujo, que ya es. Y Esaú Fernández, no sé si por el nombre, fue el que más me interesó, pero no por su vicio circularista precisamente, sino por como esbozó lo fundamental.
La reflexión de inicio y crónica de Antonio Lorca en El País, me ha gustado:
Tiene mérito ser novillero en la desarrollada España del siglo XXI, a pesar de la crisis. Es admirable que un chaval en la flor de su juventud decida olvidarse de los placeres mundanos y se convierta al cartujano oficio de torero; retirado de la calle, ajeno a los botellones, creyente del sacrificio y aprendiz del quehacer humano más dificultoso del que se tiene noticia. Es meritorio jugar al peligroso juego del toro cuando el hambre es agua pasada, la oferta formativa es amplia y variada e, incluso, el bienestar actual permite la holgada pertenencia a la generación nini (ni estudia ni trabaja).
SIGUE
Foto :: plazadetorosdelamaestranza.com
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