15 abril 2010
feria de abril 2010/ el torreón por los suelos
La tarde tenía de emotivo la situación desde la que la afrontaba Antonio Barrera, que unas horas antes había perdido a su padre. Cosas de torero: acude a tu cita en La Maestranza, vistete de luces, traga con los que te salga, vuelve al hotel y al día siguiente entierra a tu padre. Cosas de hijo.
Y Antonio Barrera, dispuesto a todo, vio como el dolor aumentaba al ver como el triunfo se traducía en imposible. Su primero de El Torreón fue el de peores formas, sin franqueza ninguna y apuntando al bulto. Aun así, Barrera se puso en el sitio, bajó la mano, se impuso y dejó una gran estocada. El cuarto de la tarde a las primeras de cambio se partió el pitón por cepa, y al corral. Una pena, porque tal vez quedó inédito el toro con más poder. De sobrero uno del Conde de la Maza de aviesas intenciones. A Barrera le costó asumir el imposible, pero era así.
La corrida de El Torreón, propiedad de César Rincón, fue blanda. Tan blanda que siempre andaba por los suelos. Bien presentada y con trapío, eso sí. Noble también. Seria en apariencia. Y digo en apariencia porque en Sevilla todos los toros --la mayoría-- a la mínima se abren los pitones, se los escobillan que da pena y pierden toda seriedad. Una veces se denuncia por televisión, como ayer que Emilio Muñoz a la mínima ocasión apuntó que el primero de Palha se había astillado; y otras, caso de El Torreón, se tapa hasta que al realizador se le va la mano y en primer plano queda la alcachofa en la que se ha convertido pitón de turno y no queda otra ya que Molés si algo no sabe es callar.
Los de El Torreón andaban por los suelos y su supuesta calidad, esa nobleza, ese tranco y esas embestidas humilladas, que despertaba ilusiones, se desvanecía de pronto al verlos moverse cansinos y renqueantes, al verlos derrumbarse.
Mala cosa para una ganadería que dice criar toros bravos y que además se llama El Torreón que sus animales se caigan a la mínima que se les intenta hacer el toreo. En eso, en lo de las fuerzas ganó la de Palha, que no se cayó.
El segundo de la tarde se sostuvo con alfileres y a Luis Bolívar se le fue. Lo coge otro y le sirve para sacar algo de provecho y alegrar al personal. En cambio, el colombiano no se encontró en ningún momento. Y si no pudo ser entonces, menos con el quinto.
Salvador Cortés iba con intenciones de triunfar. Se fue por dos veces a porta gayola, que ya es suficiente declaración de intenciones. Demasiado atacado en el saludo de capa a su primero, el toro se achicó y las fuerzas no le acompañaron. A éste, el hermano del matador, Luis Mariscal, le sopló dos pares tremendos, le ovacionaron y hasta la música se arrancó en su honor. Fue el mayor triunfo de la tarde.
Con el sexto de la tarde El Torreón se acabó de derrumbar. Y hoy ya, victorinos.
Foto :: Arjona para plazadetorosdelamaestranza.com
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