20 julio 2010

españa y catalunya me la sudan a partes iguales, es el toro quien me importa

No me interesa la imposición moral y que, por lo tanto, se legisle desde un pedestal moralista me provoca nauseas y una punzada en la sien que me suena a odio totalitario. Odio, el de las sociedades animalistas al tratar de imponer su verdad y buenismo. Totalitarismo, el suyo al negar al resto, por pocos que seamos.

En Catalunya todo apunta a que se va a aprobar la abolición de las corridas de toros para hacerla efectiva dentro de dos años. Y es que la cobardía no es sólo propia de los toreros sin valor. Con ello, quien firma, cada vez que pise dicha tierra tendrá muy presente que una losa censora aplasta su cultura y lo que es una parte importante de su educación, esa que por suerte no se enseña en los colegios o institutos; que estará prohibida pese a que varios siglos de historia demuestren lo contrario.

Esto no deja de resultar curioso, sólo con los 30 y pico últimos años de democracia los políticos catalanes han tenido suficiente para meter a la Fiesta de los Toros en un callejón sin salida, al parecer, requisito indispensable para estadarizar a su Catalunya ideal, y de paso hacerla menos libre porque quien iba a los toros con 14 años con su padre hace 30 años, ahora con casi 50 años no puede llevar a su hijo menor de 14 años; y su hijo dentro de dos ya ni podrá ir a los toros. A esta situación habrá quien lo llamará progreso o evolución, pero no deja de ser también prohibición, censura y la abolición en lenta agonía de una manifestación artística y cultural con siglos de historia en la que se ha desarrollado en libertad.

Llegados este punto, España y Catalunya me la sudan a partes iguales. Según sus intereses, años atrás, etiquetaron la Fiesta de los Toros a su antojo y nadie con dos dedos de frente fue capaz de neutralizar la situación y alejar a la Fiesta de este ridículo histórico.

Qué va. España y Catalunya no pueden vivir sin odiarse, no pueden estar sin meterse los dedos en las yagas de sus diferencias un solo día. Es su absurdo y eterno juego, llámese ahora Estatut. Y la Fiesta de los Toros, vulgarizada entre tanta gilipollez.

Me disculpen los antitaurinos y los políticos nacionalistas catalanes: la cantinela de que esto de la prohibición de las corridas de toros no es debido a su españolidad, me cansa; también los españolistas cortos de miras, siempre llenándose la boca con aquello de la fiesta nacional y de que esto es "un ataque de Catalunya a lo español", por favor, cállense ya de una puta vez.

Y quien tenga que defenfer la fiesta de los toros, si es que hay alguien en la sala, que lo haga. No precisamente como Antonio Lorca, a quien tal vez no le falte parte de razón como le sobre un ridículo afán de protagonismo. La defensa de la Fiesta de los Toros es cuestión de libertad, de historia, de arte, de cultura, de educación, de una cruda verdad, la que sucede en la plaza mientras dura la corrida. Es cuestión de que el toro bravo se cría y selecciona desde hace siglos en toda su plenitud, y así se debería seguir haciendo, para su demostración como tal --toro, bravo-- en la plaza. Es cuestión de que así, desde el conocimiento, es como se defiende, se admira y se respeta el toro bravo.

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