22 julio 2010

feria de julio 2010/ 'forajido', un toro bravo



Feria de Julio. Plaza de toros de València, 21 de julio de 2010. Toros de Bohórquez (1º y 4º para rejones), Victoriano del Río (3º y 5º) y El Pilar (2º y 6º). [VÍDEO]

La mixta remendada guardaba una gratísima sorpresa: ¡Un toro bravo! De nombre 'Forajido', con el hierro de Victoriano del Río. Precioso de lámina, saltó en tercera posición, y conforme fue avanzando su lidia, se fue recreciendo. Y al final sólo le cortó una oreja, y gracias, Sebastián Castella, quien se dejó medio virgen un pitón izquierdo con mucho que rascar y mató de estocada caída. Por su parte, el presidente de turno, queremos pensar que por no molestar a la figura francesa, se guardó el pañuelo azul para evitar conceder el premio justo y merecido de la vuelta al ruedo.

Estos agravios comparativos son los que joden y los que han permitido que a València se la tomen a chufla continuamente en el mundo de los toros. Si ayer se premió a un novillo de dulce con la vuelta al ruedo, ¿qué premio le damos hoy al tal 'Forajido', que ha sido bravo e importante de verdad? Pues la conclusión del personal que pululaba por el palco, haciendo gala de un nulo criterio, ha sido dejarlo en ninguno. Como decía el eslogan político: Vamos a más.

Sólo 503 kilos y las hechuras perfectas. Serio por delante, bajo de manos, con cuello y rematado sin exageraciones. Ni musculado ni suelto de carnes; un poco de cada. Y así, como no podía ser de otra forma, 'Forajido' se puso a planear tras los vuelos del capote de Castella.

En varas bien es verdad que se le midió en exceso, pero un segundo puyazo más fuerte también lo habría aguantado sin problemas y a su matador incluso le habría hecho una favor. Castella, viendo venir al toro, dijo 'aquí también estoy yo' aprentándose en un quite por chicuelinas. La alegría en banderillas de ' Forajido' ya no admitía dudas. Por cierto, que se llevó el toro dos buenos pares de Javier Ambel, que se desmonteró y todo cuando la cosa ya estaba lista.

Decidió sacar Castella, entonces, su guión más repetido. Enfrente tenía al mejor 'partener'. Brindó al público, se plantó en los medios para el cambiado y el toro nada más se percató, puso la directa y le pasó rozándo las medias. De ahí una tromba de casta por el pitón derecho y una emocionante serie en redondo.

El toro cantaba su nobleza, pero también su casta. Cada arrancada le salía desde los mismos riñones, perseguía la muleta con el hocico haciendo surcos. Labor del matador, sujetar la mano lo más abajo posible y templar aquel torrente. Toda una papeleta.

Quien necesitaba un respiro en esta ocasión no era el toro, que aguantó con la boca cerrada toda la lidia. Era el matador.

Enorme su fijeza engallada con el hocico por delante, su prontidud a los toques, su nobleza y también la casta. Si Castella le bajaba la mano, por ahí que se iba; si se la levantaba, pues lo mismo. Y eso fue lo que sucedió al natural, que no hubo acople porque Castella fue incapaz de bajar la mano: de ofrecerle la bamba y de sacársela después por debajo de la pala. Al toro calidad y recorrido le sobraban también por el izquierdo.

Vuelta a la derecha, y la misma intensidad. El intento de acortar las distancias, después. Algún aprieto cuando se abusó en exceso de las cercanías o falló el temple. Y al final la faena terminó con más toro que torero. La estocada desprendida no hizo tampoco ningún favor y vino a certificar cual debía ser el premio para Castella: una oreja y gracias.

Qué mala debe ser la bravura en estos casos para los taurinos y la autoridad servil. Qué feo es no reconocerla.

La tarde fue de 'Forajido' y ya nada más. Sólo un poco de Hermoso de Mendoza, que sentó cátedra a caballo en dos lidias, pulcras y toreras. En su primero destacó con Silveti y Machado. Con su segundo más todavía con Chenel e Ícaro. Lo que sucedió después es que estuvo hecho un auténtico desastre con el rejón de muerte.

El resto ya fue para el basurero. El primero del lote de Ponce, con el hierro de El Pilar, se desfondó en el peto y su buen son se daba de bruces a la que Ponce forzaba un pelo. El segundo del de Chiva, de Victoriano del Río, era grandón, de torpes movimientos y con muy mala uva cuando veía por delante demasiado personal. Tanto que se calentó cuando aparecieron los piqueros, se fue a por ellos, los derribó a los dos, desarboló un par de capotes y puso en jaque a la cuadrilla del mismísimo Ponce en banderillas.

Luego, en la faena de muleta ya no era nadie. Se rajó cuando intentaron bajarle la mano y le volvió a entrar la mala leche al final al ver de nuevo a la cuadrilla por ahí enredando. Una prenda que hubiese lucido lo suyo en las calles de cualquier pueblo de l'Horta.

Y el sexto, de El Pilar, sacó casta de mulo y no tuvo más historia. Castella todavía podría haber sido más breve con él y no se habrían alcanzado las dos horas y media de corrida. Aunque tal vez es que todavía se acordaba 'Forajido' y de su casta.

¡Pues como para no acordarse! Nosotros también lo haremos, por los siglos de los siglos. Amén.

1 comentario:

Enrique Martín dijo...

Andrés:
Que gusto leer las andanzas de este Forajido; parecía que lo estaba viendo, aunque no lo he visto. Y tampoco me extraña lo de Castella, siempre empeñado en que los toros se le paren, para poder desplegra su número de torero místico y valentón, que no valiente, despegándose del toro a cada lance. Cuanto me habría gustado verlo.
Un saludo