25 julio 2010

feria de julio 2010/ la quinta, de la rosa, rafaelillo y sánchez: un respeto



Feria de Julio. Plaza de toros de València, 24 de julio de 2010. Toros de La Quinta para Ángel de la Rosa, Rafaelillo y Tomás Sánchez. [VÍDEO]

Venía La Quinta a poner el sello torista a la Fira de Juliol y se lo puso con primeras y con segundas. Atiendan: de primeras la corrida, sin superar de media los 500 kilos, lucía un trapío de aupa y edad. Seriedad en la mirada, en las defensas, en el cuerpo. Los cárdenos para imponer respeto no necesitaban más. Luego, con segundas, su comportamiento desarrolló bondad infinita; nada de terror ni mala leche. Nobleza y más nobleza sobre una casta que modelar. Lo que viene siendo el toro bravo que las figuras, de enterarse, se rifarían. Pero mejor que siga todo así, porque que las figuras destrozasen en diez o quince años el encaste santacolomeño sería intolerable.

Los de La Quinta infundieron respeto y la terna los trabajó desde la pureza. Tocaron pelo Rafaelillo y Tomás Sánchez, y Ángel de la Rosa, si llega a manejar con tino la espada, abre la puerta grande con todo merecimiento.

De la Rosa es torero de pulso, tacto y suavidad; de tremenda confianza en sí mismo, y de culto también. Sino, no se entiende que ahí siga si no es por un su propia afición y por la legión que lo espera.

De la Rosa guarda el secreto del toreo y cuando tiene ocasión lo expresa con tremenda sencillez y naturalidad. Su primero, de irreprochable trapío con 486 kilos, no se acabó de desplazar de salida. Mal picado, llegó con la preguntas por resolver al último tercio y con sólo dos pistas: ni le sobraban las fuerzas ni terminaba el viaje. De la Rosa decide echarle el pulso al natural, sabiendo que por arriba nada y que la entrega no es gratuita.

El santacoloma embiste al ralentí, mete la cara y remata con sus dos velas por encima del estaquillador. Ángel le traga, le pone la muleta adelante una y otra vez, al hocico, con un temple especial, sin crispación alguna, así hasta que consigue el muletazo rematado. Una vez, luego otra y otra más para demostrar que no es casualidad eso de que guarda en su interior el secreto del toreo: ese que necesariamente carga la suerte, cimbrea la cintura, alarga el trazo hasta el remate en la cadera e incluso hasta se recrea en la suerte cuando llega el momento.

Pero el imperdonable error a espadas --susto del golpe en el pecho incluido-- volvió a mandar al garete un triunfo seguro con el toro que había brindado a Amelia y Teresa, las hijas de Ricardo, de Catarroja, muy amigo de Ángel y también de uno, y que había fallecido no hace todavía un mes. Por su memoria fue el buen toreo, la ovación y la vuelta al ruedo tras petición.

Con idéntica torería se expresó De la Rosa con el cuarto, pero le faltó transmisión al enemigo. El gusto del torero volvió a primar y de no ser otra vez por los malditos aceros, otro gallo cantaría no ahora, que también (porque le hubiese supuesto una oreja), sino desde hace mucho tiempo para un valenciano llamado Ángel del Rosa.

Rafaelillo, que hizo el paseíllo destocado --manda huevos como está el toreo--, cortó una oreja a su primero por una faena de cercanía, de llegar muy mucho. Ahí el murciano se siente bien y lo demuestra. El de La Quinta tampoco es que lo impidiese, es más: lo pedía. Mejor y más profundo por el izquierdo, Rafaelillo se dio el gusto de sentirse, relajarse, rematar y torear al ralentí, tras sacudirse esa mosca de las corridas duras que casi siempre le acompaña. Oreja meritoria tras buen espadazo.

Tomás Sánchez sacó nota y una ovación, como Rafaelillo, en el recibo a compás abierto al tercero. Pero el Santa Coloma se pone agrio. Ni acaba de entregarse ni mete la cara en la muleta con claridad. La casta no le sobra y ese toro es la línea que no debe sobrepasar un Martínez Conradi que ya ha puesto a sus toros a tiro de las figuras.

El quinto fue un señor, de nombre 'Pajarillo'. Un pavo que para imponerse no le hacían falta más de 510 kilos. Manseó y midió de inicio, pero se vino arriba en el primer tercio. Así, el segundo puyazo de Juan José Esquivel fue el de ésta feria y también el de muchas. Cita el picador al toro, el toro se fija, escarba, lo piensa, lo repiensa y se lanza: puyazo en toda la yema y ovación de las que ponen los pelos de punta por todo lo que significa la lidia y la bravura. Un lujo, que desaprovechó a espadas solamente, Rafaelillo.

La suerte le tenía que sonreír a Tomás Sánchez sobre la campana y con sabor agridulce, y así fue. Y tenía que ser el sexto, toro serio y de pensamiento abierto que le permitió decir, dictar y sentir el toreo al de Rocafort. Muy despacio, con gusto, cargando la suerte, recreándose en la embestida lenta, cortando una oreja tras llevarse un puntazo que venía a decir: nada de lo visto es fácil ni mucho menos, todo tiene importancia cuando al toro la casta le aflora. Un respeto a la verdad del toreo, por favor.


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