21 agosto 2010

aste nagusia 2010/ necesidad de bilbao



A Bilbao, diría que a todo Euskadi, en lo taurino le sobran redaños para justificarse. Se podría llamar también identidad o personalidad de la propia fiesta. Aunque eso no quita que los mismos males puedan acechar por igual, el principal problema de Bilbao es por ahora el propio Bilbao. Y es que al Bilbao serio se le está imponiendo el Bilbao vanidoso, engatusado por el glamour televisivo.

Uno aprendió que Vista Alegre era arena oscura y un toraco hasta allá. Agujas por pitones, una afición seria, medida y comedida y un atragantón en búsqueda de la auténtica gloria torera en el que tenían sitio tanto las figuras como los tíos con hambre de llegar de una vez.

Así, uno desde que probó Bilbao, su clima, su ambiente, sus fiestas, su pintxos, su txacolí, y sobre todo su plaza, ha intentado mantenerse fiel a esos principios que le arrastraron un vez y le han hecho repetir ya --el próximo martes-- por sexta vez. Pero para que negarlo: fácil no ha sido.

A las figuras que acuden al reclamo del negocio no queda otra que presentarles el toro propio de la plaza. Que no pase como en 2009. Que la vanidad no se imponga a la seriedad que hace de las Corridas Generales cosa única. Ese es el reto.

Corridas como la de Victorino, todo un reto para ganadero y matadores, elevan el listón y explican de qué va esto. O los cruces: Ponce-Juli; Castella-Morante. Incógnitas como corridas como la de El Tajo y La Reina que repiten por méritos propios e interesantes como las de El Ventorrillo, Fuente Ymbro o Alcurrucén, ésta última sin el lastre de las figuras otra vez. La doble ración de Morante en una plaza a la que le debe más de una, de nuevo El Cid y su historia que vuelve a cruzarse en cárdeno... Y por supuesto finales como el de José Escolar.

Tal y como va esto, la decadencia de la fiesta y la pobreza que se sufre campo a través, Bilbao (en lo taurino) se hace cada mes de agosto de vital necesidad (con permiso de Francia y algún que otro oasis más o menos serio). Así que lo mejor es ir, y ya de paso, saludar a Marijaia, acercarse al Arenal, ir a algún concierto de Botika Vieja o del Kafe Antzokia, a las buenas barras de pintxos e incluso perderse por alguno de sus museos o playas cercanas. Que nada, ni el sirimiri de rigor, es al fin y al cabo contraproducente.

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