20 septiembre 2010

un día festivo que acabó con el adiós a labordeta

José Antonio Labordeta murió en la noche del sábado al domingo. Se fue para poner de acuerdo a todo el mundo, y pobre de aquel que disienta. Por carácter y bondad, por ideas y su forma de hacer. Tan didáctico como atrevido. En el circo de la política sentó cátedra, pero lamentablemente a nadie parece que le haya dado por seguirle la estela (por ahora).

El pasado sábado, que acabó con la noticia de su muerte, lo invertí en un día festivo de muy estrecho contacto humano, algo que al propio Labordeta le encantaba, algo que siempre debió buscar para meterlo en su mochila. Mi sábado pasado empezó en Catarroja, que empieza a vivir sus fiestas. La cita al mediodía era el tradicional concurso de All i Pebre que alcanzaba su edición número 40. Fiesta gastronómica junto al marjal, en el parque natural de L'Albufera. Tal vez no sea el mejor día para conocer el paraje ni a sus verdaderos protagonista, pero sí es un día para disfrute de todos, para encontrarse con amigos que ves poco y para conversar en un escenario que todo lo hace más agradable. Pero tengo que confesarlo, siendo de Catarroja de toda la vida, era la primera vez que asistía al concurso de All i Pebre, lo que no quiere decir que no me encante.



Con el tiempo apretado nos fuimos a Algemesí. Dejábamos L'Horta Sud para ir a La Ribera Alta. Algemesí arrancaba su Setmana de Bous, su asolerada feria de novilladas que es la fiesta de todo un pueblo y también su tesoro. Entre otras cosas por la plaza que, madera a madera, encajan en su plaza Mayor presidida por el campanario. La entrada natural a Algemesí es por el carrer Montaña, conforme se sube la fiesta a uno lo va envolviendo. Llegan las peñas cadafaleras, los bares de par en par y el típico licor café que se llama rockaful se degusta sin parar. La plaza de toros tiene vida propia y es de todos, grandes y pequeños, que se echan al ruedo durante la merienda, y cuando el novillero de turno logra captar su atención, se entrega sin excusas. Jesús Duque, que se presentaba con picadores, fue quien lo logró.





Y acabada la novillada, volvimos a Catarroja que celebraba, a eso de las 11 de la noche, la entrada de moros y cristianos, una fiesta de introducción reciente, pero que el pueblo ha aprendido a disfrutar y a vivir. Volveré a hacer una confesión: tras doce ediciones de la entrada de moros y cristianos, el sábado la vi por primera vez. Siempre la hay. Luego vino la triste noticia y la reflexión sobre la enseñanza de Labordeta en su forma de actuar, de buscar el contacto, de estar cerca, de pisar con fuerza la tierra y de sentirla, de lucharla, de transmitirla, de cantarla. Por y para la libertad siempre, claro. Y luego, disfrutarla. Aunque eso ya nos toque hacerlo a otros.

No hay comentarios: