27 julio 2011

calamaro, el salmón que se acerca a hemigway

Andrés Calamaro, palabra y rock, anda como un loco desatado por su pasión taurina. Lo que me faltaba. Siempre dije, y digo, que hay unos cuantos pocos que siempre estuvieron de mi parte, voces de rock y del arte. Morrison, Bunbury y Calamaro son y puede que alguno más: La Habitación Roja, Los Planetas o, un poco que ya es bastante, Morrissey. Pero sobre todo, los primeros, porque llegaron en el momento justo de formación personal adolescente, amalgama en la que se juntaron con Espartaco, El Soro, Ortega Cano, César Rincón, Ponce, José Tomás, Vicente Barrera, Camus, García Márquez y toros de Cuadri o Victorino Martín.

'Alta suciedad' y 'Honestidad brutal' en sus canciones guardan cientros recuerdos, varios amores e incluso algún que otro inicial juego erótico. Canciones mías, esas que te identifican de principio a fin y a las que vuelves mucho tiempo después, muy de tanto en tanto, tras haberlas hecho arder con ansia ya hace y durante un largo periodo tiempo. Y que siguen emocionándote como la primera vez. Calamaro, como Bunbury o Morrison, siempre me dejó la sensación de que cantaba para mi.

Ejemplo ético y moral del rock --vergüenza, por cierto, de mito decadente el que deja la Winehouse a los 27 y que merecería un post que ya veremos si escribo--, Andrés Calamaro es un artista incontenible y sin mesura, justo como ahora se está bebiendo toda la tauromaquia que puede, en cada trago un tomo del Cossío parece. Un auténtico salmón en un mundo falsas correcciones, libertades encorsetadas y postizas morales.

En las distancias cortas o desde el tendido, lo que aprendo es permanente y formidable; un estadio de la conciencia donde el arte se presenta sutil y profundo al mismo tiempo, desde la alquimia del hierro y la genética adjetiva del toro en el campo, hata el diálogo interno con los maestros y profesionales. La liturgia. Siento que me he enriquecido y desbordado con el respeto, la sensibilidad y la amistad profunda. (De la entrevista publicada en el número 890 de la revista 6 TOROS 6, el 19-7-2011)

Por eso lo que me faltaba es eso, que se abrazará a la tauromaquia de forma tan clara y positiva como ayer mismo soltaba en Twitter: "Hay que entender la profundidad humana, la bondad que hay en la fiesta. Es importante para encontrar lo mejor de nosotros mismos".

Y que viniera a València, a tocar y entregarse, que es lo suyo, y que por dos días nos honrase con su presencia en la Plaza de Toros de València. Primero, el día después del concierto, tras una larga noche tras el triunfo en el escenario, para ver a Enrique Ponce y a sus amigos Julián López y José María Manzanares, quien le brindó el sexto de la tarde.


Y que a la salida, tras la corrida, la gente lo envolviese junto al coso, círculo mágico de arte y vida, con Franciso Cano, omnipresente a sus 99 años, historia viva con prácticamente un siglo de toreo a sus espaldas, como testigo de excepción.


La escena me recordó a un par de magníficas fotografías de Cano, cómo no, tomadas allá por la década de los 50 con el Nobel Ernest Hemigway, también apasionado de las verdades y éticas taurómacas, firmando autógrafos en el tendido de la Plaza de Toros de València rodeado por la afición...

Foto :: Mitos de Cano

... Y Orson Welles, otro que incluso eligió descansar siempre en campo bravo, comiéndose una paella junto a otros muchos aficionados a las puertas mismas de la plaza, probablemente donde Calamaro se vio envuelto por otros muchos aficionados el pasado 22 de julio...

Foto :: Mitos de Cano

La foto que me hice tan anecdótica como especial por todo lo contado. Andrés con Andrés. Faltaban Victoria y Soledad o a lo mejor andaban por allí cerca pero no quisieron retratarse. Y aunque no hubo beso en honor a la verdad, sí un pequeño abrazo.



- Esta tarde me has hecho un retuit de la crónica del concierto de ayer. Soy Verdeguer.
- Es cierto, muchas gracias.
- Gracias a ti. Por el apoyo.




Al día siguiente, histórico 23-J de la (re)aparición de José Tomás, volví a saludar a Andrés Calamaro. De lejos, de un grito.

Pasado, presente y futuro de una pasión y una cultura, la del toro. Ejemplo honesto y vital.

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