07 septiembre 2011

manolo cortés y el miura de valència

Habla Manolo Cortés en una recomendable entrevista de José Ignacio de la Serna en la revista de Taurodelta. De su carrera, de Antonio Ordóñez y de los Miuras...

Porque esa es otra, si en mi vida he toreado seis o siete toros
bien de verdad, dos o tres han sido de Miura. En Valencia le corté las dos orejas a uno. “Y temblaban de emoción los gitanos de Benlliure…”, tituló la crónica Vicente Zabala padre. Un cronicón. Un tacazo. También se rompió
Joaquín Vidal
.


14 de marzo de 1968, la alternativa.
En València: Cortés, Ordóñez y Puerta.
Y ahí va la crónica del maestro Joaquín Vidal, 'Manolo Cortés acabó con todos'. Es la Feria de Julio de 1978. Diez años antes en València, en marzo del 68, Manolo Cortés había tomado la alternativa.

(...) Salió el cuarto miura, un cárdeno de trapío, y se puso a berrear y a huir de los caballos. Los banderilleros sólo consiguieron colocarle un par de palos en la suerte de la espantá. Pensábamos: he aquí diez minutos de trámite que nos esperan para volver al gozo de la plaza en pie, gracias a Dámaso y su máquina de hacer pases, a plena producción.


Pero Manolo Cortés pensaba otra cosa. Y brindó al público. ¿Qué había visto Cortés en aquel miura manso, trotón y a la defensiva, para confiarse como no lo había hecho con el otro, el de la nobleza total? Bueno, algún día lo contará el propio Cortés. Lo que podemos contar nosotros, en cambio, es una faena inolvidable, construida con inteligencia, ejecutada con la más acabada técnica, interpretada con arte.


Acabó con Dámaso, acabó con todos. El público valenciano estaba fuera de sí. Por los naturales y los derechazos. limpios largos, de impecable remate; por los hondos pases de pecho, por la verticalidad rela jada del torero, que había sometido a la tiera y la traía y llevaba a su antojo, se (firía que ajeno al rugido de aquella plaza puesta al límite del paroxismo, pues continuaba desgranando pases al ritmo cadencioso que imponía no la conmoción del graderío, sino el arte de torear; por aquel andarle al toro, con garbo, para cambiarle el terreno y engarzar una nueva tanda de muletazos, otra vez de bellísima ejecución. Nunca en toda la feria se había producido semejante clamor: «Torero, torero, torero!»


Hay que añadir, en pura crítica, que Cortés toreó demasiado y el miura se le pasó de faena, de manera que acabó tirando derrotes peligrosos y costó cuadrarle. Pero el triunfo era legítimo e irreversible y la afición valenciana aclamó al torero en dos vueltas al ruedo triunfales.


Dámaso González muleteó con arrojo a otro manso que, si manejable, tenía sentido, y Julián García armó un barullo de trapazos y perneos con el último miura, de gran boyantía. Ambos toreros fueron aplaudidos, por supuesto, pero ya no podían suscitar entusiasmos. Manolo Cortés había acaparado el protagonismo de la corrida, y hasta de toda la feria. Su faena al miura cárdeno, manso y trotón será una efemérides de la plaza de Valencia.


PS: ¿No existirá el vídeo de eso por ahí?

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