19 agosto 2012

la revuelta de eduardo gallo


Eduardo Gallo ha vuelto y este es su momento. De los que han pasado por Madrid esta temporada, no me cabe ninguna duda, es quien más cerca ha estado de abrir la puerta grande. Y en dos ocasiones. Fue antes de San Isidro cuando sorprendió por concepto y compromiso, claridad, mente despejada y temple. Frente a toros que no le regalaron nada, demostró el poder de su muleta. Y si no es por la espada, ay. Se ganó la primera sustitución de la feria y volvió a reivindicarse. Otra vez. Lo dejó más claro todavía. Otra vez la puerta grande de Madrid dejó pasar un esperanzador hilo de luz.

Su paso por Las Ventas le volvió a abrir huecos. Pamplona con una de Dolores Aguirre que no quiso, algo que entraba en las cábalas. El otro día en Tafalla me cuentan que más en sazón imposible. Y hoy Bilbao, la de La Quinta en Bilbao. Tiene que ser.



El pasado 29 de junio, en las vísperas de afrontar el reto sanferminero y meterse a saco en la temporada de su revuelta silenciosa, porque nadie le ha echado cuentas en serio todavía y en su avíos todavía guarda el factor sorpresa --eso es lo bueno-- nos invitó a acompañarle a lo de Galache, en Hernandinos.

En tiempos, territorio Manolete. Y ese tiempo se nota. Campo viejo y seco. Miles de historias. En esta placita, ‘El Monstruo’ de Córdoba se encerraba con una vaca, la molía a muletazos en sus días de preparación. La dejaba tomar aire mientras Manolete se encendía y fumaba un pitillo sentado en el suelo, apoyado junto a esas piedras a las que solo le falta hablar.

Gallo nos recoge de corto, felices los compañeros: acabamos de rematar el Máster de Experto Universitario en Dirección de Empresas y Actividades Taurinas tras la presentación de unos proyectos calificados con una notaza. El camino se complica. Lo de Galache queda recóndito. Tan apartado del mundo como si no perteneciera al mismo. De camino lo mismo hablamos de la bolsa que de la temporada. La de La Quinta tiene que ser. Creo que sí. Para no errar, nos indican en una gasolinera.

El tentadero arranca con un vaca tan grandona como excelente. Pese a reventarse un pitón con la piedra, no acusa nunca y planea que da gusto.

El lote de Eduardo no da facilidades. Las más patasblancas resultan brutotas. Arrollan más que embisten. Pero solventa y no se cansa el torero. En invierno y por las calles de Salamanca eso no se nota, pero se ve por ejemplo aquel 6 de mayo en Las Ventas: a Gallo le surge ahora el toreo con tremenda naturalidad (y pureza). Una madurez no exenta de frescura. La que le da ese valor suyo de siempre. El esfuerzo brutal no se percibe hasta que no se palpan los resultados de esta revuelta silenciosa de este Gallo. 
















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