03 octubre 2012

los 'zamacucos' de joselito (y sólo han pasado treinta años)

El debate de la semana surgió de la tragedia, siempre inherente en la Fiesta, y que junto a la gloria encuentra su sublimación. La sangre de un torero, en este caso un novillero sin caballos regó el ruedo recóndito de Hoyo de Pinares. Un eral de Adolfo Rodríguez Montesinos arrancó la fermoral a Miguel Ángel Silva al entrar a matar.

Vía :: Negro Zahíno, donde pueden verse los erales lidiados.

Miguel Ángel Silva, tras pinchar en la primera entrada, no quiso volver a fallar. Imgino que se volcaría con la convicción total y sabiendo de sobra el peligro que conllevaba su disposición, aunque no fuese en ese momento su mayor preocupación, sino matar al novillo, que es, entre otras cosas, una de las premisas si de verdad quiere ser matador de toros.

La cornada tremenda, certera, y el parte médico, desgarrador. Por suerte, la vida y la pierna están a salvo. Con el chaval todavía en un quirófano de Salamanca, tras hacer varios kilómetros pasando por Ávila, el debate ya estaba encendido. A razón de que: los toros cogen, las supuesta integridad de las astas, su trapío, que se trataba de un encaste 'minoritario' --¿o minorizado? si no se adelanta nadie hay que lanzar la reflexión utilizando términos de la sociolingüística-- o que si su casta o poder necesitaba de un puyacito.

Y algo falla en todo esto. Y no es la cornada ni la tragedia ni que un pueblo dé cancha a los que empiezan en esta dificilísma aventura ni que se lidie lo de santacoloma lo que falla. Es el debate en sí mismo lo que falla y viene a demostrar que es verdad eso de que hemos perdido el norte. Donde no había picadores no vendría mal uno de guardia, y es verdad: muchas veces, en la misma plaza, lo hemos pensado, sí. Y otras muchas donde en teoría es indispensable y tantas veces sobra o está para figurar y valoramos a quien más crudo lo deja. Es así de triste. La verdad e la imprevisibilidad de la fiesta se empieza a perder por arriba, por el norte que hemos perdido o estamos perdiendo.

Menos mal que han venido a la cabeza las palabras de Joselito, el verdadero (Espasa, 2012), haciendo referencia a una época de la que solo han pasado 30 años. En 1986 José Miguel Arroyo 'Joselito' tomaba la alternativa en Málaga. Tenía 16 años. Cortó una oreja y el otro le pegó un fuerte volteretón. "A gusto toda la tarde, rebosante de ilusión por ser matador de toros". Dice que no notó mucha diferencia: "Desde los catorce años llevaba matando muchos 'zamacucos' por los pueblos". Se ve entonces que no era cosa rara.


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