Plaza de toros de València, 7 de octubre de 2012. Primer de la Mini Feria de la Comunitat Valenciana. Novillos de Parladé y uno de Juan Pedro Domecq (4º) de correcta presentación, aunque desiguales, nobles, pero flojos en general. Jesús Duque (oreja y ovación), Juan Leal (ovación y silencio) y Román (oreja y dos orejas). Alrededor de un cuarto de entrada. [VÍDEO]
Róman abrió la puerta grande de València al futuro por jugar sus bazas. Las de la muleta adelante, el ajuste a la embestida, la largura y profundidad del trazo y no mover una zapatilla de forma gratuita. Merecida la salida a hombros, excesivo el premio de tres orejas. Pero ni por exceso ni por defecto conviene poner en duda una actitud que buscó y se ganó el triunfo y llegado el momento lo amarró de gran estocada.
La novillada de Parladé --Juan Pedro Domecq-- abría la miniferia de la Comunitat Valenciana en torno al 9 d'Octubre. Bien presentada, aunque desigual, noble en diversos matices, pero muy blanda. Tampoco es que se le diera el mejor trato. Sobre todo desde el caballo.
Román en eso se mostró meticuloso y no se le fue la mano. Incluso al primero de su lote ya se lo dejó crudo. Manso, de la segunda vara salió rebotado. Novillo con pies. Román se apretó por el derecho con toda la intención del que trata de enganchar las embestidas de tan abajo. La tela a ras de albero, sin espacios entre novillo y torero y vaciando sin alivios. Así no era raro que o bien arrancara la muleta con las pezuñas y le partiera el palillo o el volumen propio del novillo le desplazará. Faltó insistir y, sobre todo, irse al cuarto o quinto muletazo por serie. La faena la decantó Román a la zurda con idéntica intención y más vuelo al hondo viaje. Entre algún enganchón que otro, ese golpe al natural que suma y se busca un hueco en la memoria. Y los remates de pecho, rebozados y largos. Siempre echando los flecos. A ese le cortó una oreja.
Y dos al sexto. Tal vez un exceso, que con una la puerta grande seguía siendo igual de grande. Pero a lo mejor es que esa estocada cobrada en todo lo alto de corazón, sí lo valía. Porque no era cuestión de dejarlo escapar, por si a alguien se le ocurre negar este futuro que tanto ilusiona. Otra embestida la del basto y algo bruto novillo castaño que hizo sexto. De menos entrega y más queja. Firmeza y temple en Román. Sobre la diestra, buscando la colocación adecuada, la que requería un novillo, que cuando se le quedaban encima no iba igual. Y el mando, arrastrando tela por el albero, y así de apretado. Sin espacios. Una serie rotunda. Luego sacó su zurda, echando la muleta adelante y atrás. Y para acabar de calentar, las bernardinas dando distancia. Y la estocada, todo uno. Le dieron dos. Por la Puerta Grande tenía que salir sí o sí.
Jesús Duque demostró buen oficio. Su primero acusó un mal puyazo y le costó desplazarse. Tiró de temple y compostura, sobre todo con la zurda. Juan Leal ya se había quedado como un palo en el quite, y Duque al responder por chicuelinas se llevó un seco volteretón en el remate. Con orden, haciendo las cosas muy despacio y con una efectiva estocada Jesús Duque sumó una oreja.
Su disposición tuvo premio. Como en el primero, en el cuarto también se fue a porta gayola --el único novillo con el hierro de Juan Pedro Domecq--. Feo de hechuras y con el freno de mano puesto siempre a la hora de embestir, sin romper nunca. Oficio en Duque para tragar y tirar de aquello sin más lucimiento.
Juan Leal es francés y se mete entre los pitones en menos que canta un gallo. Es su sitio natural, como si fuese el hijo rubito que siempre quiso tener Paco Ojeda. Leal mostró mejor los aires en los que se mueve (o se queda quieto) con su primero. Un novillo colorado tan noble como falto de poder con el que se pegó un muy serio arrimón. A ése Román, por cierto, le había soplado un quite variado: chicuelo, tafalla...; En los terrenos del toro Juan Leal con la muleta presentada a la altura de la rodilla, tirando de temple en esos espacios donde las zapatillas se atornillan. Y eso tiene su mérito. Más que la ovación, el premio es que hay ganas de volverlo a ver. Con el quinto, un novillo con tanta clase y nobleza en la embestida como falta de fuerza, esa tauromaquia de las cercanías no lució, sino al contrario. Aburre, resta todo el mérito al estar el toro reducido a su mínima expresión y lleva a equívoco a quien pocos toros bravos de verdad ha visto. Pero eso no es culpa de Juan Leal, que lleva medio minuto en esto, sino de los que echan temporada de figura así.
Por cierto, de las tres cuadrillas tuvieron que desmonterarse en banderillas. Entre ellos, Raúl Martí o José Manuel Montoliu. En cambio, los piqueros no tuvieron la tarde fina.
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