Al final fue Luis Carlos Aranda pareando al sexto quien dio ejemplo de torería. De torero. Cogió los palos, citó, se dejó ver y, mira, no cabía duda: un torero de los de siempre. Saludó una merecida ovación.
FOTOS :: Juan Pelegrín
Eso ya ocurrió en el sexto, un burraco con poco o nada de Núñez. Tanto por fuera, como por dentro: pésimas formas, ninguna entraga. Lo de Núñez ayer, y lo de Pereda dicen que lo es, mantuvo un línea de comportamiento: de la fría salida, a una reacción en el caballo que iba de la poca entrega a la huída, salvo ese quinto, que mejor lo hizo, y en el peto sacó fijeza, a un cambio en la muleta, cuando se quedaban en soledad con el matador. De no querer a irse directamente y embestir en sus terrenos. Salvo ese quinto, que se puso a embestir de primeras
Urdiales no lo vio claro. Le faltó decisión, confianza. Tal vez por eso inició con su primero faena a la contra. Violento y por abajo. Y el cuarto pegó ese cambio brusco. De manso y bruto, todo le molestaba en los primeros tercios, pasó a soso desesperante por la misma mansedumbre y falta de casta. Urdiales no encontró ideas.
El manso segundo se descubrió por el izquierdo, pegado a tablas y arrollando más que embistiendo. A Leandro le faltó compactar aquello y con la espada pecó de falta de confianza. El quinto que tuvo unas cuantas embestidas que se le escaparon casi sin darnos cuenta, entre dudas y probaturas.
Morenito de Aranda sacó enorme disposición. Se encajó de forma tremenda con el primero, que no tenía gracia ninguna y sobre todo en redondo le robó varios muletazos buenos. Estrepeó con la espada lo hecho, pero quedó el sabor. Y se estrelló con ese burraco que de Núñez debía tener lo que yo de escandinavo.
La corrida de Pereda no dio opciones en el inicio de la feria from Plaza de Toros de Las Ventas on Vimeo.
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