11 mayo 2014

#maestranza14/ orejón para ferrera en la victorinada de cierre de la mal parida feria de abril

Se lidiaron toros de Victorino Martín, bien presentados y de juego variado. Destacaron cuarto y quinto.
Antonio Ferrera, silencio y oreja.
El Cid, silencio y división.
Iván Fandiño, silencio y silencio.
Dos tercios de entrada en tarde calurosa.

Resumen 14ª de Abono 2014. Antonio Ferrera, Manuel Jesús 'El Cid' e Iván Fandiño from Maestranza Pagés on Vimeo.


Así lo ha contado Paco Aguado...

Y en esas salió el cuarto, "Disparate" de nombre, un "victorino" veleto y abierto de cuerna que pareció afligirse en los primeros tercios y que fue protestado por el público por flojear al salir del caballo de picar. Uno más, parecía.
Pero las tornas cambiaron en cuanto Antonio Ferrera cogió las banderillas y fue encelando al toro a cuerpo limpio, haciéndole galopar en los jugueteos y en los recortes tras clavarle los palos con sinceridad.
Fue un tercio cargado de torería, y especialmente un segundo par de banderillas en el que el extremeño llegó andando casi a la misma cara del cárdeno para provocarle la embestida.
Sonó con alegría la música en el que fue uno de los momentos estelares de la feria. Y siguió sonando en cuanto Ferrera, prácticamente enseguida, encontró las claves del buen trato técnico para hacer que ese toro de nobleza dormida fuera despertando tras los vuelos de su muleta.
La distancia exacta en los cites, ni muy encima ni muy distanciado, el pulso firme de las muñecas, la espera justa entre pase y pase y la suavidad de movimientos de la tela hicieron que la faena fuera creciendo en hondura y emoción artística.

Dos series de naturales, aunque al toro le costaba rematar tras cada tercer muletazo por su escaso gas, tuvieron una gran intensidad, con pases de largo viaje, templados a pulso y con un Ferrera siempre reposado en la arena, haciendo el toreo con la seguridad y la solera que dan el poso de los años.
Y aún hubo más, porque el pacense clavó después el estoque simulado en la arena para torear también al natural con la mano derecha, igual de relajado, y redondear la obra con un larguísimo cambio de mano.
Vibró y jaleó el buen toreo la Maestranza como no lo había hecho a lo largo de los diez largos días anteriores, y por eso le hubiera dado sin dudar las dos orejas a Ferrera de no haber dejado el extremeño una media estocada defectuosa en el primer intento. Aun así, la solitaria oreja que paseó fue la de más peso específico de las sólo cinco concedidas en todo el abono.

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