10 abril 2016

ponce el genio y roca rey el extraterrestre

La juampedrada volvió a ser sin paliativos. Tan bellos y bien hechos como impotentes. Se salvó el quinto, que puso envidencia a un Manzanares sin sitio. Repetía con pies el animal y sorprendía casi siempre al príncipe de la Maestranza.


Las figuras lo son por algo, y aquí hay dos que no admiten discusión, porque a todas las demás les ponemos el examen y dejarían dudas. De esas dos, una es Julián López 'El Juli', y el otro es don Enrique Ponce, que si fuese británico llevaría título de Sir y si fuera francés luciría la gran cruz de la Legión de Honor. En Sevilla dictó lección genial. De pulso, temple, paciencia, naturalidad y bragueta. Infinitos y enroscados los muletazos a la cintura. Los toques imperceptibles, la suavidad de los flecos de su muleta y el mando sedoso en trazo eterno. Majestuosos los doblones finales. Eterna torería. Una oreja en el primero de la tarde, que se prometía apasionante entonces. Con el cuarto trató de sacar de donde no había.

Mas los toros de Juan Pedro rebajaron toda ilusión. Manzanares intentaba reencontrarse entre dudas y Roca Rey mordía al viento, cruzaba las todas las líneas y se quemaba. Compromiso y entrega absolutos. Hizo el toreo o al menos lo intentó e intentó siempre rizar el rizo. Con el sexto arrolló, y a toro entregado su voracidad rompió los límites metiéndose en espacios imposibles. De una cambiado salió prendido del pitón. La imagen con el pitón buscando entre sus pierdas y el colunmpiándose encima, agarrado de la punta fueron demostración de sangre fría, propia del Perú o de otro planeta. Como le sucedió en Castellón. Se quedó sin toro y solo dio la vuelta al ruedo tras entregar su vida en el sexto. Porque es casi imposible que a este Andrés Roca Rey, por los terrenos que pisa, no le quiera embestir un toro: por hacernos una idea de lo podrida que estuvo la juampedrada.



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