Vía :: El País |
“Me ha maravillado la corrida”, explica el dramaturgo. “He visto una ceremonia que ritualiza la muerte, que convierte al toro en un tótem y que en absoluto degrada al animal. Al contrario, la corrida es una eucaristía circular [el ruedo] donde el toro adquiere una presencia absoluta y donde se produce una dialéctica entre el erotismo y la muerte, con todos los matices litúrgicos y desde una celebración popular”. Semejantes conclusiones van a provocar que arrecien las críticas de los animalistas. Ya lo han estigmatizado por utilizar a una colosal res en su versión de Moisés y Aarón; incluso lo han acusado de drogar al animal o de someterlo a un maltrato.
Y no parece impresionado con el acoso. Considera que el animalismo “es un dogmatismo que diagnostica la neurosis y el histerismo de la sociedad actual, definida en dos extremos: la muerte industrial de los animales y su antropomorfismo”.
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