Foto :: Jesús Camacho
A veces a lo que sale del corazón es mejor no ponerle freno. Aunque seguramente se hubiera podido hacer un poquito más. Tal vez con una semana más de venta de entradas en vez de solo seis días y la media plaza se habría puesto en tres cuartos. Tal vez. Suposiciones que ya no sirven. El festival surgió del corazón de un niño y fue creciendo todo hasta hacerse realidad. Al principio empujaron unos pocos, al final todos. Y del corazón de Adrián salió el festival, brotó el toreo y València vibró como hacía tiempo, de pura pasión y solidaridad. Pronto nos dimos cuenta de que era necesario.
Emocionante el paseíllo, el niño Adrián al frente. La ovación a los siete espadas. El arrebato sorista con uno de Algarra. El viaje a la porta gayola para prender la mecha con un farol desde la silla; el tercio de banderillas y el pulseo cadencioso de Vicente Ruiz 'El Soro' al natural. Otro sueño. La estocada y esas dos orejas que también son vida para El Soro, que se sacaba la espida que se le clavó en Fallas y tantas otras de antaño. En 1994 toreó un festival en València, homenaje a don Álvaro Domecq, y desde entonces hasta el año pasado fue otra lucha de muchas derrotas y al final la victoria en el día de Adrián.
Ponce estuvo magistral. Empujando como el que más en la producción del festival y luego en el ruedo. Por sitio y temple. La capacidad de tapar las dificultades. El mando invisible. Y de repente esa voltereta: un toro echándole mano a Ponce. Noticia. Sí, y en un festival, con un novillo gordo de Daniel Ruiz. Qué cosas. La voltereta calentó aún más a Ponce, que cerró faena con cartuchos invertidos por la espalda. Cosas de genios. Más el empeño de matar recibiendo. Fue a la segunda. Las orejas, a pares. También para un Rafaelillo que pechó con un Fuente Ymbro rajado y manso que protestó en exceso. El murciano la puso siempre donde no queda otra que embestir: abajo, al hocico. Meritorio eso y el arrimón final. Lo hacía de corazón por Adrián. Vicente Barrera resolvió con oficio, fiel a su concepto, frente a un buen novillo de Las Ramblas. El novillo de El Freixo engañó. Mucho motor cuando lo dejaban galopar a su aire, cuando lo forzaron a embestir y repetir sobre una misma mano se paró y se lo pensó en exceso, sin romper nunca del todo. Román, en una faena de escaso eco y acontraestilo del festival triunfalista, tiró mucho y bien sobre la zurda y tragó con todas las dudas y falta de entrega del novillo. La espada, como a casi todos, no le funcionó del todo bien y solo fue una oreja. Lo mismo el novillero Fernando Beltrán, que se topó con otro Fuente Ymbro que fue de incómodo como una china en el zapato por su mala clase reservona y escarbadora. El de Faura siempre fue adelante.
Pero antes, en el penúltimo capítulo del festival que salió del corazón de Adrián, llegó el turno de Ginés Marín, sustituto de José Garrido, y bordó el toreo. El extremeño (aunque nacido en Jerez) Marín acabó pegando un tremendo hachazo que va mucho más allá de la jornada solidaria. Para él fue con diferencia el mejor novillo de la tarde: 'Violín' de Domingo Hernández, premiado con la vuelta al ruedo. Clase y bravura. Borrachera a la verónica en el saludo hasta la misma boca de riego; un quite de frente por detrás rematado con una brionesa tremenda e inolvidable que acabó en circular eterno y pase de pecho rematado en la hombrera contraria, a cámara lenta. Resultado, la plaza en pie. El inicio con la muleta, espectacular. Una arrucina de rodillas en los mismos medios con el novillo viniéndose desde 20 metros. En redondo, de rodillas, y un cambio de mano al natural, ya de pie, de erizar los pelos. Profundo e inverosimil. Ligado en una baldosa. Roto el torero y entregada la plaza, las casi 6.000 almas. Una serie al natural es una cumbre. Embraguetada, larga y poderosa. Y 'Violín' sonando cada vez mejor. La locura de convertir una arrucina en circular a la cintura sin contoneo alguno. De dibujos animados. Y otra tanda de escándalo en redondo. El cierre por abajo, los cambiados: broche de oro. Una maravillosa faena. Un hachazo en toda regla. De la solidaridad a reservar con todo derecho sitio de privilegio en Fallas. Actitud y aroma de figura. Cuando Ginés Marín se fue a por la espada tenía a toda la plaza, literalmente, en pie. El espadazo y ese rabo que caía en Valenica 31 años después del que cortó Antonio Ruiz 'Soro II' en otro festival.
Del corazón de Adrián brotó el festival solidario con la Fundación de Oncohematología Infantil y el toreo para la historia. Todos salimos de la plaza un poquito más fuertes para luchar por la vida y también un poquito más amantes de la Tauromaquia. Gracias, Adrián.
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