Cuando se viven espectáculos como el del pasado lunes en el Cogreso, sobre todo, los analistas políticos dedican a buscar un vencedor. Por norma, se dedican a barrer cada uno hacia su casa o en el peor de los casos dan tablas como resultado. Se equivocarán: al único al que le pueden levantar el puño de vencedor, en este caso, es a la banda terrorista ETA.
Porque está es a la única victoria a la que puede aspirar ETA: a la de la división. Y la han conseguido, por el momento. Son conscientes, arrojan el anzuelo e invitan a la confusión. Pican y se aprovechan de la debilidad de los dos grandes partidos políticos.
Lo tienen fácil, primero dar de comer a uno, después a otro. Uno come, hasta que el otro se queda en los huesos. El resultado, el contemplado, la política carroñera en busca de un puñado de votos, con o sin razón, rozando el mal gusto y la falta de ética. Eso, con dos muertos recién enterrados y toneladas de escombros amontonadas.
* * *
La tregua, podría ser, y el atentado y el comunicado, sin duda, marcaban ese objetivo –y eso lo podemos reconocer ahora, no cuando la paz, a través del diálogo, parecía tan posible-, dividir. Hacer más profunda la división, porque saben una cosa, que el concepto "cuestión de Estado" no está en boga. No hay consenso en esa dirección.
* * *
El gran pacto contra el terrorismo que propone Zapatero recupera el concepto de Estado (democrático hay que matizar, del que quedan fuera, claro, los terroristas y quienes apoyan sus formas). En ese saco siempre ha sido tratado el terrorismo. "Cuestión de Estado" le llamaban, pero es la propia ETA la que sabía antes que nadie de la debilidad de ese concepto.
Enfrente, el concepto que el PP de Rajoy ha venido defendido por tradición, unas veces de manera implícita, otras explícita: el concepto de Nación, del que se han erigido guardianes y al que han dado trato de verdad absoluta.
Ambos conceptos, llegados al punto actual provocan el choque brutal escenificado por Zapatero y Rajoy en el Congreso. Una trance del todo evitable e innecesario cuando el verdadero culpable de la situación es la banda terrorista. Sí era necesario, en cambio, vender caro un pacto de consenso tan urgente como lo era en plena tregua; ahora para volver a trazar el camino, de nuevo. Otra vez, aunque tendrá que esperar.
Pero antes, sí, desdecirse, rectificar osados comentarios, tender la mano en busca de apoyos por un lado, y por otro ofrecer el espectáculo, alzar la voz más que nadie, esgrimir las razones y pelear un puñado de votos. Mientras, ETA disfruta de la única victoria a la que puede optar: la división.
Porque está es a la única victoria a la que puede aspirar ETA: a la de la división. Y la han conseguido, por el momento. Son conscientes, arrojan el anzuelo e invitan a la confusión. Pican y se aprovechan de la debilidad de los dos grandes partidos políticos.
Lo tienen fácil, primero dar de comer a uno, después a otro. Uno come, hasta que el otro se queda en los huesos. El resultado, el contemplado, la política carroñera en busca de un puñado de votos, con o sin razón, rozando el mal gusto y la falta de ética. Eso, con dos muertos recién enterrados y toneladas de escombros amontonadas.
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La tregua, podría ser, y el atentado y el comunicado, sin duda, marcaban ese objetivo –y eso lo podemos reconocer ahora, no cuando la paz, a través del diálogo, parecía tan posible-, dividir. Hacer más profunda la división, porque saben una cosa, que el concepto "cuestión de Estado" no está en boga. No hay consenso en esa dirección.
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El gran pacto contra el terrorismo que propone Zapatero recupera el concepto de Estado (democrático hay que matizar, del que quedan fuera, claro, los terroristas y quienes apoyan sus formas). En ese saco siempre ha sido tratado el terrorismo. "Cuestión de Estado" le llamaban, pero es la propia ETA la que sabía antes que nadie de la debilidad de ese concepto.
Enfrente, el concepto que el PP de Rajoy ha venido defendido por tradición, unas veces de manera implícita, otras explícita: el concepto de Nación, del que se han erigido guardianes y al que han dado trato de verdad absoluta.
Ambos conceptos, llegados al punto actual provocan el choque brutal escenificado por Zapatero y Rajoy en el Congreso. Una trance del todo evitable e innecesario cuando el verdadero culpable de la situación es la banda terrorista. Sí era necesario, en cambio, vender caro un pacto de consenso tan urgente como lo era en plena tregua; ahora para volver a trazar el camino, de nuevo. Otra vez, aunque tendrá que esperar.
Pero antes, sí, desdecirse, rectificar osados comentarios, tender la mano en busca de apoyos por un lado, y por otro ofrecer el espectáculo, alzar la voz más que nadie, esgrimir las razones y pelear un puñado de votos. Mientras, ETA disfruta de la única victoria a la que puede optar: la división.
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