La de Samuel Flores se quedó a mitad camino o ni eso. Venía avalada por el ganadero, pero ni atisbo. Lo complicado que es esto, que ni las vacas, diremos como excusa, y los matadores, que tenían una oportunidad, se quedaron compuestos y sin triunfo. El Califa, que estuvo a punto de tomar el camino de la puerta grande si llega a atinar con el acero, y Tomás Sánchez. Caso a parte, Luis Miguel Encabo, de los que goza de hueco en las ferias, porque se lo ha ganado, claro, que empató.
Los samueles apuntaron en el primer ejemplar, pero cualquier premonición se fue viniendo abajo conforme avanzaba la corrida, iba cayendo el sol por los tejadillos y el frío iba calando. Mansos, con la bravura ausente, de embestidas cansinas y huidizas casi siempre, dejándose en el caballo, cuando no saliendo de najas, como el tercero. Los que presentaron mayores virtudes primero y quinto.
La presencia de cada uno, variada y sin estridencias siempre dentro del encaste. Badanudos por lo general y gachos, algunos abrochados de cuerna y casi todos con una buena mazorca.
José Pacheco “El Califa” tiene un don, su mano izquierda, por si alguien no lo sabía. Con ella sometió a sus dos toros, se impuso y a punto estuvo de abrir la puerta grande. Su diestra en cambio es humana del todo y sirve de primer intento. Lo fue en el primero en dos series en las que no se acopló a una embestida con tendencia a galopar. Pero fue coger la zurda y en dos series de naturales enfibradas se hizo con el samuel. De esas con la muleta presentada muy abajo que construyen el natural desde su principio, ligadas y ajustadas. Fueron dos, y al volver a la diestra ya era otra cosa. Al matar, un pinchazo precedió a una estocada defectuosa, por caída y atravesada, y el trofeo quedó en vuelta al ruedo.
El cuarto fue manso declarado, se quiso ir siempre que encontraba el hueco. Y lo mismo, El Califa, que no logró sujetar al toro por el pitón derecho, al tomar la muleta con la zurda, se echó literal encima del toro. Esa fue la emoción y tal vez pecase por exceso. Le sacó dos series de naturales ganando siempre la acción y al volver a la diestra cuajó el cenit de la faena, lo mejor de la tarde. La estocada en todo la alto y una oreja. Le pidieron las dos, pues Valencia está con más ganas de triunfo que nunca, y en señal de gratitud, El Califa no escatimó y se pegó una segunda vuelta al ruedo.
Encabo cumplió sin acabar de entenderse con sus dos toros. Su primero presentó las complicaciones del animal parado, manso y sin exceso de fuerzas. Sin malas intenciones, lo llegó a prender por el tobillo al trastabillarse Encabo al rematar un muletazo y el animal tirarle un derrote. Sin consecuencias.
Con el quinto empató. Ni tuya ni mía. Profesional sin más, el toro también tuvo la tendencia a embestir con cierto brío y ahí estuvo su virtud, pero al final cuando Encabo se fue a por la espada, la sensación era que allí ninguno de los dos se había impuesto.
Tomás Sánchez se topo en primer turno con el que se llevo el premio al toro más manso del encierro. Desde que apareció por chiqueros hasta el final de su lidia, el animal se mantuvo en sus trece. Primero barbeando, yéndose del caballo al sentir la fría puya, metiendo alguna coz y buscando terrenos de nadie. Sánchez le propuso los terrenos más allá de las rayas frente a chiqueros, pero aquel no quería saber nada de nadie.
El sexto, serio y con una cornamenta de amplia mazorca, así acapachada y engatillada y negruzca, que parecía casi más un muflón de esos que tiene Samuel Flores por El Palomar, no tuvo la bravura sufuciente para embestir humillado y con profundidad. Siempre a la suya, como si aquello no fuera con él. Tomás Sánchez puso toda su voluntad y calentó los tendidos con los rodillazos de remate, por si faltaba algo que rascar. Pinchazo y estocada tirándose a por todas, fue la firma a una tarde, que decepcionó en lo ganadero.
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